Icono del sitio Damas y Reyes

Gata Kamsky relata el infierno que vivió con su padre: «A veces, simplemente no quería vivir»

Gata Kamsky, en el torneo de Biel de 2021

Gata Kamsky, en el torneo de Biel de 2021

Días después de la confesión de Volodar Murzin, Kamsky confirma los maltratos de su progenitor, incluidas las amenazas de muerte. «Cada vez que perdía, me daba una patada». También recuerda el día en que aterrorizó a Nigel Short

En los años 80, todo el mundo sospechaba que a Gata Kamsky lo maltrataba su padre, antiguo boxeador que explotó al chico en busca de sus propios sueños, primero en la Unión Soviética y luego en Estados Unidos, después de una deserción sonada. No había pruebas del maltrato y en esa época nadie se preocupaba demasiado de buscarlas. Como mucho, se escuchaban comentarios de algunos entrenadores sorprendidos cuando Rustam Kamsky «sugería» a los grandes maestros qué aperturas debían enseñarle a su hijo, por ejemplo.

Gata llegó muy lejos e incluso disputó una final del Campeonato del Mundo de la FIDE. También ganó la Copa del Mundo de 2007. El niño prodigio se retiró a los 22 años, cuando estaba en el top 5 de la clasificación internacional. Volvió mucho después, ya liberado de su padre. Ahora, con 50 años, ha relatado el infierno por el que tuvo que pasar. En la actualidad vive en Francia, según cuenta en una entrevista con Ilya Levitov, en cuyo canal suele haber contenidos interesantes. El propio ajedrecista asegura que la conversación era «necesaria», un adjetivo por lo general manoseado, que esta vez se justifica. Estas revelaciones llegan días después de que Volodar Murzin contara que su padre lo maltrataba a él, a su madre y a sus hermanas.



Los padres de Gata Kamsky se divorciaron cuando él tenía seis meses. A su hermana le tocó quedarse con su madre y el salió mucho peor parado. La chica tampoco tuvo una vida fácil, sin embargo. En 1970 se mudó a Estados Unidos, tuvo problemas con su familia de acogida y acabó viviendo en las calles, de las que salió alistándose en el Ejército. Luego se hizo francotiradora de los Marines y se casó con otro soldado, descendiente de españoles, pero esa es otra historia.

Para Kamsky, ni siquiera su nueva vida en Francia ha sido fácil, aunque encontró el apoyo de la misma persona que ayudó a Alireza Firouzja cuando salió de Irán. El gran maestro cuenta que empezó a jugar al ajedrez porque su padre eligió este juego: «Abrió un periódico y dijo: ¿qué puedes hacer para ser famoso y conseguir dinero?». Resulta que en las páginas de aquel diario aparecía Garry Kasparov. La suerte estaba echada. Gata tenía 7 u 8 años.

Gata Kamsky, hacia 1993

Antes del ajedrez, Rustam había intentado que su hijo fuera músico, pretendía, por el camino que fuera, convertirlo en un «superhéroe». Su padre vivía por él, cuenta Gata, con un amor tan excesivo y demandante que se convirtió en dañino. Lo único bueno que recuerda es su primer entrenador, Vladimir Grigoryevich Zak, que también había trabajado con Korchnoi y otros grandes jugadores. Fue una buena persona que vio lo difícil que era la situación del muchacho.

Kamsky cuenta que él era muy joven y que el ajedrez no le interesaba en absoluto, solo quería ser un chico normal. Su padre le obligaba a jugar. Y no era un padre cualquiera, sino un tipo duro, ex boxeador, que había pasado algún tiempo en la cárcel. No le costaba demasiado agarrar al segundo entrenador que contrató, el MI Vladimir Shishkin, y meterlo en la ducha cuando llegaba borracho a las clases. El entorno del niño era terrible, en un apartamento minúsculo de un mal barrio de San Petersburgo.

Shishkin hizo cosas buenas. Salvó a Gata de alguna paliza. Pero luego su padre fue quien empezó a beber, por las dificultades que tenía para ganar dinero. Lo único bueno que podía ofrecerle eran libros, porque le gustaba leer. Y el pequeño ajedrecista, que no podía salir a jugar con unos amigos que no tenía, también se refugió en la lectura.

Amenazas de muerte

Después de una de las melopeas paternas, Gata Kamsky no sabia a quién acudir y se lo contó al director de su colegio. Rustam lo amenazó con matarlo si volvía a chivarse. Solo tenía la protección de sus entrenadores, aunque ya habían llegado a un punto en el que nadie quería entrenarlo, porque temían a su padre. Pese a todo, logró entrar en uno de los famosos Palacios de Pioneros, donde demostró su talento.

A los 13 años, se proclamó campeón juvenil de la URSS, un logro tremendo. El ajedrez era su otro refugio: «Cuando juego, dejo esta vida, estos problemas. La gente solía reírse de mí, porque jugaba durante mucho tiempo en posiciones desesperadas. Nunca me rendía, porque no quería volver a casa y recibir una patada por haber perdido. Cada vez que perdía me daba una patada. Eso me dio una tenacidad que es muy importante en el ajedrez».

«La gente solía reírse de mí, porque jugaba durante mucho tiempo en posiciones desesperadas. Nunca me rendía, porque no quería volver a casa y recibir una patada por haber perdido»

Con el tiempo, Gata Kamsky ha intentado comprender a su padre, las cosas buenas y las malas. «Lo que él no pudo lograr, decidió lograrlo a través de mí», explica. «A veces, simplemente no quería vivir. Sentía que no era un ser humano, sino un instrumento al que se le había dicho que hiciera esto o aquello. Entiendo que mucha gente diga que todo lo hizo por mí, pero repito: ¿fue por mí?».

Cuando vivían en Estados Unidos, Gata todavía no disfrutaba del ajedrez. Se escaqueaba y no estudiaba tanto como quería su padre, pero entonces hizo un descubrimiento: «Me di cuenta de que cuanto más rápido me convirtiera en campeón mundial, más rápido me dejaría. Supe que tenía que empezar a jugar al ajedrez en serio. Tenía 17 años y le dije: Está bien, estoy listo para jugar al ajedrez, pero necesito ayuda porque no puedo hacerlo solo. Y montó un equipo».

Kasmsky empezó a trabajar hasta ocho horas al día en su ajedrez, con sus nuevos entrenadores. En esos años, fue testigo del famoso episodio de Kasparov y Judit Polgar en Linares, cuando el primero retrocedió una jugada. «Allí estaba el famoso y formidable Garry Kasparov, un tipo grande frente a una niña, que lo dejó pasar. Miró al árbitro en busca de apoyo, pero no recibió ninguna ayuda».

Gata Kamsky, en el torneo de Dortmund de 2023

El gran maestro vivió con su padre hasta los 30 años. Entonces se casó y escapó. Pensó que si dejaba el ajedrez, sería libre, pero no fue tan fácil, aunque al ajedrecista le cuesta hablar de ello. En 1993, Kasparov lanzó la PCA, llegó el cisma con la FIDE y los ajedrecistas solo pensaron que habría más dinero. Gata venció a Kramnik y luego a Anand, al que consideraba invencible, y se clasificó para la final del Mundial oficial.

Poco después se produjo la famosa polémica con Nigel Short, Gata Kamsky empezó a toser durante la partida y el británico se quejó: «Amigo, toses tanto que no puedo pensar con claridad». No estuvo bien, pero la reacción de Rustam fue muchísimo peor: más tarde, en el restaurante, se acercó a Short y le dijo: «¡Si vuelves a hacer eso te mato!». Su hijo no se lo podía creer.

«Por un lado, fue terrible, pero me alegré de que Short entendiera con qué había estado viviendo. Yo tenía 20 años y él supo quién era mi padre. Se puso pálido y llamó a la policía, que vino y entrevistó a mi padre». Short era vicepresidente de la PCA y había una posible descalificación en juego, que no se produjo.

Difícil transición a una vida normal

Gata Kamsky nos deja una frase redonda para terminar: «No me importa ser campeón del mundo, sino convertirme en una persona normal, feliz». Su vida posterior al ajedrez terminó de abrirle los ojos: «Cuando era adulto y fui a la facultad de Derecho, pasé por todas estas lecciones. Analizamos las vidas de diferentes personas, deportistas y celebridades, y en la facultad adquirí el conocimiento de la vida que me faltaba».

«Antes, no tenía experiencia en comunicarme con la gente, no sabía cómo viven los demás». «La facultad de Derecho me dio todo esto y me di cuenta de que mi forma de vivir no era normal. Como resultado, comencé a luchar por mi libertad y al final lo logré y viví de forma independiente». «Tuve que enfrentarme al mundo real y, por supuesto, fue una experiencia dolorosa, pero al final crecí, cometí errores, imperdonables a esa edad. Fue difícil adaptarme a la vida».

Al final de la historia, como sabemos, Kamsky ha vuelto al ajedrez. No sabía si volver o seguir como abogado, pero como todos sabemos, no es fácil abandonar los tableros para siempre. Antes se deja a un padre maltratador.


Si has llegado hasta aquí, apenas te costará unos segundos más suscribirte a Damas y Reyes, con lo que ayudas a que esta página siga siendo gratuita, no tenga publicidad invasiva y esté actualizada con frecuencia.

Salir de la versión móvil