En la excelente exposición dedicada al Muro de Berlín que puede verse en Madrid se exhibe un juego fabricado por el joven alemán cuando estaba en prisión
Puede que sea exagerado decir que Horst-Adolf Hennig salvó su vida gracias al ajedrez. El adolescente de 16 años fue arrestado en 1950 por las autoridades soviéticas en Alemania, acusado de espiar para una potencia occidental. Fue sentenciado a 25 años en un campo de trabajos forzosos y transferido a una prisión de menores de la Unión Soviética, donde fabricó un juego de ajedrez de una calidad sorprendente, que todavía puede verse en Madrid en la exposición ‘El Muro de Berlín. Un Mundo Dividido’.
Hennig logró evadirse de la realidad –como tantos jugadores, solo que su caso era especialmente terrible– antes de ser liberado de forma anticipada en 1955. Merece la pena ver la muestra, independientemente del tablero y de las piezas, de gran belleza, que apenas suponen un grano de arena dentro de una colección completísima. También es interesante ahondar en la vida de Hennig, que parece un personaje de Zweig pero vivió una tragedia real.
En la página The Chess Schach, muy recomendable, han indagado en la historia de Hennig y han averiguado que la prisión de menores a la que fue trasladado fue el Gulag número 3. Alan Power, uno de los responsables de esta web, sospecha que Hennig estuvo en la llamada Brigada de Carpintería, lo que explica que el preso tuviera acceso a la madera y a las herramientas necesarias para hacer un trabajo tan fino. No ha podido confirmar el dato, pero si descubrió que en el ‘archipiélago Gulag’ hubo al menos cinco brigadas de carpintería en las que se fabricaron diversos juegos de ajedrez.
Sobre la vida de Hennig, parece ser que su padre tuvo bastante responsabilidad en su detención. Piloto condecorado de la Luftwaffe, un día del verano de 1950 le pidió a Horst que llevara un sobre sellado a una dirección de Berlín. Ellos vivían en Kurussau, un pueblo a casi cien kilómetros que se convirtió ensarte de la Alemania ocupada por la Unión Soviética. Su padre desapareció poco después en un viaje de negocios y la casa familiar fue pronto registrada y destrozada por «soldados rusos con bayonetas». La pesadilla no había hecho más que comenzar.
Llegada de Hennig al infierno
Horst Hennig siempre defendió su inocencia, pero fue torturado e interrogado sin descanso. Primero lo llevaron a la prisión de Potsdam y luego condenado a 25 años por espionaje y actividades contrarrevolucionarias. Su padre fue asesinado de un tiro en la cabeza y su madre también fue condenada, a 15 años. La palabra Gulag está formada por unas siglas en ruso que aluden a la Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional. No suena tan mal como era en realidad.
Horst Hennig perdió allí hasta el nombre, que pasó a ser el número 2-348. El ajedrez le permitió sobrevivir al horror, pero antes también recibió la ayuda de una de las pandillas que se formaban en el Gulag, malas compañías en los peores tiempos posibles. Su juego de ajedrez, por otro lado, no fue una pieza única, ni mucho menos. En el Museo de Moscú se pueden ver otros juegos de ajedrez muy parecidos, de singular belleza.
Hennig contó después que en marzo de 1952 cumplió dieciocho años y que tres meses más tarde fue transferido a uno de los campamentos de carpintería para adultos. En The Chess Schach especulan con la posibilidad de que el juego fuera parte de su entrenamiento profesional. Parece ser que en el Gulag se produjeron en los años 50 decenas de miles de piezas. Estas tenían un estilo común, pero también diversas variaciones, que se justifican por los diferentes patrones que adoptaban en los distintos campamentos.
En 1954, Hennig fue transferido al temible complejo industrial del norte de Yavas, pero por suerte para él llegó el ‘deshielo’ de Nikita Jrushchov y ‘solo’ cumplió cuatro de los 25 años a los que fue condenado. Su caso fue revisado por la recién creada KGB, que pese a su fama tuvo en cuenta su juventud y la levedad del crimen supuestamente cometido. En la primavera de 1955, fue liberado. Solo llevaba tres cosas encima: su carta de liberación, un cinturón artesanal y el juego de ajedrez.
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En la imagen de arriba puede verse el ajedrez de Hennig. Foto: FMB / Damas y Reyes
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