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Muere Willy de Winter, ajedrecista y traductor que hablaba 20 idiomas

Willy de Winter

Willy de Winter

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Campeón de México en 1972, su frase más famosa era: «La vida es una interrupción insípida del ajedrez»

Los diarios no sabrían en que sección situar a Willy de Winter, maestro internacional holandés que llegó a ser campeón de México y hablaba 20 idiomas. Era también experto en palíndromos. Dedicó a la traducción y al lenguaje una gran parte de su vida, pero su amor nada secreto fue siempre el ajedrez. «La vida es una interrupción insípida del ajedrez» es, de hecho, su frase más famosa, que volvió a decir en la extensa entrevista que le hizo Emilio Penhos hace cuatro años. El día 12 murió en su país de adopción, a los 91 años. Su amor por las 64 casillas y sus inquilinos era más puro que el de ningún gran maestro.

Dejo la entrevista completa aquí mismo, por si quieres conocer mejor a De Winter.

Willy de Winter nació en Holanda en 1933. La compañía Phillips envió a México a su padre porque sabía español y en Sonora conoció a su madre, María del Socorro. Quiso el infortunio que el matrimonio viajara a Europa a tiempo de que Willy naciera allí, poco antes de que Hitler empezara a desplegar sus piezas por el tablero. «La guerra es la página negra del libro de mi vida», decía De Winter.

Cuando tenía 7 años, los nazis invadieron su pueblo y su «pequeño pasito», como él lo llama. Su padre, judío, se libró en la apertura con un gambito: sobornó a los alemanes con un saco de café. Luego se escondió «en una puertecilla debajo del piso de la casa de mi maestra de primer año», relata De Winter en una entrevista. «Ahí pasó los últimos meses escondido de los alemanes» explica un jugador que llegó a acercarse a los 2400 puntos Elo.

El Willy de Winter Fest fue un torneo celebrado en 2022 en honor del jugador nacido en Holanda

Este año, llegó a bajar casi hasta los 1600, aunque en un último arrebato recuperó en los últimos meses más de 150 puntos, con más de 90 años. Manuel Álvarez, centenario, aprobaría su esfuerzo, al igual que Vicente Moral. La FIDE le concedió en el año 2000, de forma honorífica, el título de maestro internacional. En 1972 se habría proclamado campeón nacional de México, en Guadalajara.

De Winter, políglota

Willy de Winter aprendió alemán obligado por la guerra, francés e inglés gracias a su padre y español por su madre. El ruso lo eligió por el ajedrez y las lenguas indígenas fueron otra de su pasión, una vez que, tras la muerte de su padre, emigró a México con su madre. Allí se convirtió en una agitador incansable de su vida cultural. Emprendedor también en los negocios, fundó la empresa Traducciones De Winter en 1965, en la que se mantuvo fiel a su filosofía de la vida.

«Mi profesión es ser traductor y sigo estudiando cada día, cuando menos una palabra en cualquier otro idioma», decía un hombre que era capaz de soñar siempre en el idioma del país en el que se encontraba. «Si estoy en Nueva York, pienso y sueño en inglés, y me siento neoyorquino lo más que se pueda. Es el mejor modo de aprender otro idioma», aseguraba. «Si estoy en Brasil, soy brasileño. Me adapto al país donde estoy. Es una capacidad que poco a poco se aprende».

Willy de Winter, un ajedrecista cuya sonrisa, como recuerda Juan Manuel Bellón, se parecía a la de Boris Spassky

Podemos ver algunos ejemplos de sus enseñanzas, que como las del libro ‘El arte de la guerra’, de Sun Tzu, son válidas en cualquier terreno:

–«Siempre hay que decir las cosas con el corazón detrás de las palabras. Hablar con el corazón y con inteligencia siempre te dará más oportunidades de vender».

–«Una de las cualidades más importantes de un hombre positivo es saber luchar, seguir adelante aunque haya un momento de tristeza o algún contratiempo».

–«El éxito lo tenemos siempre en nuestras manos, pero hay que luchar y ser resilientes para obtenerlo».

Supe de su muerte por su buen amigo Manuel López Michelone.

Juan Manuel Bellón destaca su enorme parecido con Boris Spassky, quien sabe si un hermano pequeño, aunque sea en espíritu, del que fue separado al nacer. Willy de Winter tuvo una vida de «sonrisas y lágrimas», como le gustaba repetir, pero no dejó nunca que el llanto guiara sus decisiones. El 12 de mayo, su familia informó de la muerte de este gran hombre.

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