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Vicente Moral: «Juego mejor con 100 años que cuando tenía 30»

Vicente Moral, ajedrecista de 100 años

Vicente Moral, ajedrecista de 100 años

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Es el segundo ajedrecista más viejo de España. Vive «solito» y tiene energías para seguir compitiendo y ayudar a un amigo con principio de Alzheimer, que ha empezado a mejorar después de sus clases

Vicente Moral ha superado el siglo como quien dobla la esquina, sin dejar de competir y haciendo honor a su apellido. En el Festival Internacional Gran Hotel Bali de Benidorm todavía luchaba por seguir mejorando, aunque nació en 1923. Nacido en Mataró, vive solo en Moratalaz (Madrid), no muy lejos de Manuel Álvarez. Enseñar ajedrez a un amigo más joven, con Alzheimer, y habla orgulloso de sus progresos: «Los médicos y la familia están encantados».

Vicente Moral es del Barça, además de admirador de Messi, aunque vive rodeado de madridistas. En los tableros, su favorito es Bobby Fischer, al que llegó a ver en su visita a Madrid en 1970, de la que muchos sabemos por Antonio Gude. «Ni Kasparov ni nadie ha jugado como él». El veteranísimo ajedrecista se explica tan bien que no es preciso intercalar más preguntas.

Lo que sigue es suyo, pero antes podéis ver este vídeo en el que cuenta cómo juega ahora y cuánto ha mejorado.

Inicios: «En España se jugaba fatal»

Yo estudié la carrera mercantil. Luego me hice perito y profesor, y he sido auditor, manager, accionista… He conseguido premios en el trabajo y en los estudios logré sobresalientes y matrículas de honor. Sé que otros exageran sobre lo que han hecho, pero lo que yo diga es cierto. Tengo todos los diplomas en casa.

Cuando tenía unos 17 o 18 años y estudiaba mi peritaje mercantil, un amigo que ya no existe y que trabajó en el Banco de España me enseñó. En esa época se jugaba en casi todas las casas de España, pero no se tenía ni idea, no había técnica, nada. Uno cogía una pieza y veía que podía dar un jaque al rey y lo daba, aunque luego lo fastidiaran.



Cuando falleció mi mujer, hace casi 30 años, me dediqué a viajar con un amigo que también se quedó viudo. Fui a Estados Unidos, Canadá, a todo lo que he podido, por España también. Benidorm es el mejor sitio de veraneo, aunque sobre todo en meses como ahora, en diciembre.

A lo que iba. Entonces se jugaba muy inocentemente. En los viajes me empecé a aficionar. Donde veía que había un torneíllo me apuntaba. La prueba de que se jugaba muy mal es que tengo como 20 o 22 copas en casa. Y soy un 1360. Hace unos años tenía más de 1500 puntos. He ido perdiendo bastante. Pero ahora juego mejor que antes. Eso siempre lo digo. Tengo más picardía.

Fama, amigos y familia: «Solo, solito»

Ahora soy famoso en la vecindad. Voy por la calle y me saludan. «¡Hola, Vicente! ¿Qué tal?». No conozco sus nombres, pero le pido al portero que me los apunte y les devuelvo el saludo. He hecho muchas amistades. Los amigos se han portado conmigo mucho mejor que la familia. Es mejor una buena amistad que un mal familiar. Eso siempre lo digo. Mis padres, mis abuelos y mis hermanos ya no están y no tengo más que lo que ha quedado. El que se porta muy bien es mi sobrino, un buen elemento, pero yo vivo solo, solito. 

Vicente Moral, en una de sus partidas en el festival del Gran Hotel Bali. Fotos: FMB / Damas y Reyes

«No quiero que se me olvide decir una cosa: la idea esa que dicen los doctores sobre la cuestión de vivir más y vivir mejor, estoy de acuerdo completamente. El hecho de practicar el ajedrez intensamente, aunque no sea todos los días, ayuda mucho a vivir» 

Vicente Moral

Estudiar ajedrez no lo he hecho demasiado. Con 100 años prefiero jugar con un compañero, un muchacho que tiene principio de Alzheimer. Ha sido un tipo muy preparado, pero ya no le digas de su hermano y de su familia, porque no se acuerda. Pero se ha metido conmigo en el ajedrez y ahora juega mucho mejor. A pesar del Alzheimer, está mejorando. La familia está encantada y el médico le ha dicho que cuanto más juegue, mejor, que le va muy bien y no lo deje. Y claro, a mí no me deja él. Ha sido muy amigo, pero tiene un carácter muy malo. Yo lo aguanto porque está enfermo.

Manuel Álvarez, duelo pendiente entre centenarios

Yo creo que el ajedrez me ha ayudado a mí a seguir bien, completamente. Eso está muy estudiado. Yo juego un par de veces a la semana con este amigo y voy al club donde está ese señor de 102 años, en Moratalaz. No llegamos a ser amigos, pero es muy correcto. Es un tipo muy caballero, pero nunca hemos jugado entre nosotros. Él tiene un nivel bastante más alto, aunque quizás exagera un poquito. Él es ingeniero, me parece.

No conozco a más jugadores centenarios. Hay algunos cerca, pero les faltan tres o cuatro años. Aparece uno de cada 40.000. En una población como Xátiva, por ejemplo, podría haber uno. Y normalmente están peor. Yo estoy bastante bien. Pasé el Covid, pero estoy muy fuerte. Nunca me han operado ni nada. Una vez un ojito y se acabó. Del coronavirus no me enteré. Me dijeron que lo tenía al ponerme la vacuna. Solo estuve un par de días mareado. Lo pasé enseguida.

Cuidados

Es verdad que vivo solo, aunque tengo una muchacha que va a casa a las doce de la mañana y se va a las cinco. Hace las cosas de la labor, de la comida, pero yo me baño y me ducho solo. Y en casa procuro ir sin el bastón. Es bueno para las piernas. Y me echo una crema hidratante todos los santos días, con agua fría y tal. Yo me lo hago todo. Ella no tiene que intervenir, que a mí me da su vergüenza. No la necesito, aunque luego me paso el sábado y el domingo muy mal en casa porque no tengo a nadie.

Ahora ando algo peor por una caída que tuve, un mal día en la rampa de un establecimiento, recién fregada o algo así. Pero con 90 y 92 años me iba a Londres solo, incluso de noche. Un día me encontré un grupo de españoles en el metro que no se aclaraban y les ayudé. 

Vicente Moral, en el Festival de Ajedrez Gran Hotel Bali. Foto: FMB / Damas y Reyes

Cuando voy al ambulatorio, como soy el mayor de todos, la médico me presenta a la gente para darse un poquito de bombo. Todos me preguntan qué he hecho para estar así. Yo no he hecho nada. Habría sido un buen deportista. Y todavía se me da muy bien echar un pulso. Tengo muchas fuerzas. En la empresa hicieron una especie de torneo. Yo ya era de los más mayores y quedé el primero. 

(Vicente Moral dobla el brazo y me pide que compruebe que tiene un bíceps poderoso).

También he sido buen caminante, pero sin competir. Nunca me he metido en esos temas. Cuando tengo salidas como este torneo, lo paso en grande. Me gustaría jugar más torneos, aunque sé que tengo un nivel bajo, pero veo que me puedo defender.

Yo de memoria también he sido muy bueno. Me he sabido todos los pueblos de la provincia de Almería, por ejemplo.

–Yo soy de Almería y mi padre es de Roquetas.

–¡Anda la madre!

La guerra: antes y después

Bueno, pues me los sabía todos. Yo soy natural de Mataró, Barcelona, y a los cinco años la familia se fue a Castro Urdiales. Mi padre era militar y lo habían destinado. Allí mi padre era jefe de la policía y de la prisión. Cuando empezó la guerra, la pasé con los rojos y con los no rojos. Mi padre era sargento de brigada y llegó a comandante con los rojos. Yo tengo de él una cosa y es que tenía algo especial.

Entonces, empieza la guerra. Esto lo voy a contar rápido. Mi padre es detenido por ser el jefe de la cárcel y le acusan de haber fusilado al hermano de uno, aunque mi padre ya había sido destituido y estaba en otro sitio cuando ocurrió. Claro, se pudo demostrar. Él salvó la vida de mucha gente y salió perfecto, entero, y lo acabaron destinando a Santander. Luego a Burgos y de ahí a Segovia. Luego a Almería, donde lo pasé muy bien, tenía buenos amigos. En esa época era la ciudad más pobre de España. Cinco pesetas era prácticamente el salario de una persona. ¡Cinco pesetas!

En Almería mi padre ya ocupó una posición, aunque no tenía estudios. Y yo hice una pequeña oposición, como auxiliar. Estuve allí 4 o 5 años. Después pasamos a Melilla, otros cinco años. En esa época ya conocía a bastantes aficionados, incluso al campeón del mundo, a Alekhine. Una vez lo vi jugando con el nene, Arturo Pomar. Con él hablé una vez en Madrid, en un torneo que hubo, muy poquita cosa. Un día, me decido y le digo: «¿Qué tal?». Conocí también a Karpov. Ellos dicen Kárpov. Y a Kasparov

En Melilla la vida era horrorosa, mala, muy desagradable, fatal. Ahora me han dicho que está muy bonita, que vaya a visitarla, pero no lo haré. 

Vicente Moral, con Luis Barona, director del Festival Internacional Gran Hotel Bali. Foto: FMB / Damas y Reyes

Después, mi padre dejó de ser militar y vino a Madrid, a la Capitanía General, como ayudante de no sé qué, un trabajo más burocrático. Entonces yo hice oposiciones a Hacienda y aprobé. Luego estuve en Torrejón de Ardoz, con los americanos, ganando un sueldo que era cinco veces superior al español, como assistant accountant.

En ajedrez yo no he sido nada especial. No me importa ganar ni perder. Quiero pasarlo bien, aunque perder duele, claro. A veces me fastidia bastante. Es verdad lo que dice el médico, que es el juego más completo que existe, pero pierdes una partida y te pasas la noche pensando que lo podrías haber hecho mejor.

Lecciones de vida de Vicente Moral

En la vida, lo más importante es el comportamiento. La gente no se comporta bien. Ni la familia. Ahí me duele. También me arrepiento de haber sido una persona cohibida. No he sido atrevido. No me he lanzado nunca. Nunca llegué a muchas cosas. Cometí errores, bastantes errores.

Con el tiempo he mejorado mucho en el carácter. Yo he sido muy tímido. No me atrevía. Ahora me lanzo. Pero a mi mujer le prometí una cosa, cuando estaba muy mala. Me dijo: «Tú no te casarás, ¿verdad?». Y yo dije: «¡Por Dios, no!».

Luego viajé y en la parte de Cataluña había un grupo de chicas. Mi amigo era distinto a mí, muy lanzado. Yo era más apagado, pero tenía más éxito que él, y tuve por lo menos seis o siete personas que quisieron casarse conmigo. Con una novia que tuve nos íbamos a casar, teníamos el papel y todo ya resuelto, pero al final no me gustó. Vi que era muy interesada, muy egoísta. Y en una llamada telefónica le dije: «Mira, en la vida me han pasado dos cosas. Una muy mala, que es haberte conocido. Y otra muy buena, que no quiero saber de nadie».

Mi padre falleció con 71. Mi madre con 53. La pobre tuvo un cáncer de útero. Mi mujer con 59. Un hermano con 80 y otro con 82. Mi hermana estuvo hasta los 88. Yo tengo 100 años y seis meses. Cumplo el 8 de julio. Soy centenario y medio.

El tiempo pasa muy rápido. Exageradamente. Esto me lo dijo una vez mi suegro. Ya verás, ahora que eres joven, cómo se te pasa. Y es verdad. Pero el tiempo no me asusta. Lo que quiero es un buen entierro y no sufrir. Soy creyente, pero no exagerado.

He tenido amistades puras, muy buenas. Cuando Manuel Álvarez cuenta por qué ha vivido tanto, y dice que no fuma ni bebe y que practica esto y lo otro, no dice otra cosa muy importante: amigo, la familia ha estado contigo, a ti te han ayudado.

No me casé con ninguna ni quise vivir con ellas. He sido muy especial en esas cosas. También he sido muy puntual. En el trabajo y luego. Yo a las 8 ya estoy en pie de guerra. A veces duermo mal y me da por pensar qué he hecho y qué voy a hacer. Pero he mejorado. La timidez es un defecto. Te mueres de hambre y no puedes prosperar en la vida. Una persona tímida en una empresa no vale para nada. Pero yo tenía la cosa buena de que sabía trabajar, iba preparado, y eso ha sido reconocido también, afortunadamente.

Yo casi nunca he llorado, pero ahora sí lloro casi siempre, pensando en esto, y en que no tengo a mi familia. Yo he llorado con 100 años más que en toda la vida. No me asusta la cosa esta.

Yo ando preparado y digo: Bueno, pues cuando sea, sea.

Pienso que a lo mejor me quedan un par de años más.

Vicente Moral jugó cinco partidas en Benidorm. Consiguió dos tablas y perdió diez puntos Elo. ¿Quién firma un resultado así a su edad?

Fotos: FMB / Damas y Reyes

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