Las partidas entre Londres y Porsmouth se jugaron por iniciativa de Howard Staunton el 10 de marzo de 1848, un año después de las primeras pruebas entre aficionados, muy criticadas por Samuel Morse
El ajedrez por telégrafo cumple este lunes una cifra redonda, 180 años. El parto no fue fácil. El código morse y el ajedrez, por otro lado, siempre han tenido una relación complicada. Hoy huele a trampas, pero hace casi dos siglos era la única manera de jugar a distancia sin recurrir a las partidas por correspondencia, que solían durar meses e incluso años. En realidad, las primeras pruebas datan de diciembre de 1844 y suscitaron las primeras protestas, Nada menos que Samuel Morse se quejó, molesto porque un invento tan relevante y reciente se utilizara para algo tan «frívolo». En este enlace aportan más detalles de la polémica y del duelo, que al parecer ganaron los ajedrecistas de Washington.
El 10 de marzo de 1845, se jugaron las primeras partidas de ajedrez serias, en las que los jugadores no eran simples aficionados. La iniciativa nació del inglés Howard Staunton, a quien los aficionados actuales recuerdan sobre todo porque las piezas que diseñó todavía son las más populares. Staunton fue además el mejor ajedrecista de su época, para algunos campeón del mundo oficioso. Era también escritor y un erudito en William Shakespeare, pero ni siquiera él pudo resolver a la primera todos los problemas que se presentaron.

Las ciudades que participaron en el encuentro propuesto por Howard Staunton fueron Londres y Portsmouth, separadas por unos 120 kilómetros. Colaboró en el experimento el profesor Charles Wheatstone, un pionero en el desarrollo del telégrafo eléctrico. En la primera partida se produjeron errores en la transmisión de movimientos, sin embargo. Uno de los alfiles, por ejemplo, estuvo colocado en una casilla incorrecta durante bastante tiempo.
Desde luego, no era tan fácil como jugar en Lichess o Chess.com, aunque errores parecidos los hemos visto hace poco en la partida que jugaron José Carlos Ibarra y David Broncano, así que tampoco podemos extrañarnos demasiado. Cada movimiento tardaba unos diez minutos, por otro lado, porque los mensajeros tenían que llevar los movimientos desde los tableros hasta las oficinas telegráficas. La solución era bastante fácil, en efecto, pero eran otros tiempos.
El 11 de abril de 1845, se jugó una segunda partida. Staunton y Hugh Alexander Kennedy jugaron desde Gosport (cerca de Portsmouth) contra un equipo en Londres que incluía a figuras como Henry Thomas Buckle, William Davies Evans, George Perigal, William Tuckett y George Walker. En este segundo duelo se permitió la presencia de público, en la estación de tren de Vauxhall, en Londres, donde se instaló un telégrafo Cooke-Wheatstone. Tampoco salió todo como estaba previsto y la partida quedó inconclusa, sin un resultado definitivo. Staunton lo describió como una «mera práctica» para ajustar el sistema.
Como ocurrió después con la inteligencia artificial, el ajedrez era un campo de prueba idóneo para estas comunicaciones, pese a las protestas de Morse. Atraía a los espectadores y tenía ya un aura de prestigio intelectual. Por supuesto, la experiencia británica no fue la última. En 1880, se amplió la distancia con un duelo entre Liverpool y Calcuta, que tampoco se jugó con la velocidad deseada, y se celebró toda una serie entre Inglaterra y Estados Unidos, de 1896 a 1911, con participantes como Emanuel Lasker y Harry Pillsbury, y telégrafos mucho más rápidos.
La imagen de arriba es una recreación realizada con ayuda de la IA generativa de Gemini, a la que todavía le cuesta crear posiciones de ajedrez realistas.
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