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Anand confiesa su mayor error contra Karpov y Kasparov

Viswanathan Anand, fotografiado por Stev Bonhage

Viswanathan Anand, fotografiado por Stev Bonhage

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El pentacampeón habla del ajedrez indio y el femenino, de su permanencia en la élite después de los 50 y sobre Rusia: «Si la FIDE tuviera tanta influencia, podríamos parar la guerra»

La explosión del ajedrez indio es espectacular y amenaza con convertirse en una dictadura en lo que resta de siglo. Más allá del ascenso de los niños prodigio y de la confirmación de la generación anterior, que lidera Vidit Gujrathi, el hombre que lo empezó todo fue Viswanathan Anand. A los 53 años, podríamos considerarlo casi el abuelo del fenómeno, un abuelo que, para el asombro general, sigue entre los diez mejores del mundo.

Pude entrevistar a Anand en Chipre, el pasado mes de mayo, poco después de hablar con el presidente de la FIDE, Arkady Dvorkovich. La conversación fue tan interesante como cabía esperar, aunque por diversas circunstancias no la había publicado todavía. El pentacampeón mundial ha completado ahora aquella charla con unas palabras sobre lo ocurrido en el Gran Suizo.



«Cuando hablamos en mayo, ya comentamos que en mi país había mucho talento y que esperaba un futuro muy prometedor, pero me hace muy feliz que esa promesa se cumpliera luego este mismo año»», comenta Anand por teléfono. «Hasta ahora, tres personas de la India se han clasificado para el torneo de Candidatos, Vaishali entre las mujeres y Vidit y Praggnanandhaa entre los hombres. Es un gran logro. Además, todos están cerca de clasificarse entre los diez mejores del mundo». 

«El futuro ya era muy bueno, pero que hayamos tenido tanto éxito este mismo año me complace mucho», insiste el ‘Tigre de Madrás’ (ahora Chennai). Vishy Anand fue el primer ajedrecista de su país en conseguir el título de gran maestro, en 1988, y el primer asiático en conseguir un título mundial. Treinta y cinco años después, India tiene 82 grandes maestros y 114 maestros internacionales, aunque mientras escribo estas líneas es posible que el número haya aumentado.

Lo que sigue es una amplia muestra de la entrevista celebrada en Chipre, en el Grand Prix femenino organizado por la FIDE:

Anand pasa el control electrónico en un torneo reciente. Foto: Lennart Ootes

Sigues en el top diez mundial, con 53 años. Es algo impresionante.

Sí, aunque juego menos. Por lo visto en mis últimos torneos, me alegra ver que aún puedo competir en este nivel al menos un par de veces al año. Me costaría mucho mantenerme así todo el año.

¿Cuál es el secreto?

No lo sé. Sigo trabajando y cuando juego intento hacerlo con entusiasmo. Eso no quiere decir que los demás no hagan lo mismo, claro. 

Un profesor de Universidad me decía que es mejor a los 60 años que a los 30. El ajedrez también es una actividad intelectual, pero hay más, ¿verdad?

La sabiduría y la experiencia pesan menos en la práctica deportiva del ajedrez que la forma física y el cálculo. Cuando uno tiene entre 50 y 60 años tiene cierta experiencia. Sabes las cosas que no debes hacer y lo que debes hacer, porque siempre te ha funcionado. El problema del ajedrez es que en cualquier momento el ordenador puede aportar nueva información que no corresponde a esa experiencia y tenemos que empezar desde cero. Smyslov y Korchnoi siempre podían aplicar lo aprendido. También ellos sufrían la energía de jóvenes como Ljubojevic y Timman, y se notaba, pero no tanto como ahora. Antes, cuando un niño quería aprender algo, siempre acudía a sus abuelos. De repente, todos los niños van a Google y no preguntan a los abuelos. ¿Cómo vamos a compartir esa experiencia? Hay que adaptarse.


«Disfruto de ser una leyenda, pero en el tablero hay que empezar desde cero cada día, olvidar muy rápido lo que eres y volver a demostrarlo. Es algo casi cruel»

— Vishy Anand

Siempre tuviste una memoria prodigiosa. ¿Hasta qué punto eso se va perdiendo?

Todavía me estoy adaptando. Ahora tengo que volver a mis notas más a menudo, pero después me acuerdo. Además, mi memoria estaba optimizada para el ajedrez. Fuera del tablero no era nada excepcional. Cuando era joven, podía recordar los últimos 50 números de teléfono que había utilizado. Ahora ni siquiera recuerdo uno, porque no hace falta. El cerebro no hace nada que no necesite, dentro o fuera del tablero.

Imagino que todavía recuerdas muchas posiciones y partidas. No sé si sueñas con ellas.

Ocurre algo parecido. Puedo recordar partidas de mi juventud toda la vida, pero hay otras del último año de las que ya ni siquiera puedo mostrar todas las jugadas, quizás la apertura y algún otro detalle. Pero si la vuelvo a mirar, viene rápido. De las 300 partidas que jugué el año pasado, no recuerdo ninguna completa del torneo de septiembre, por ejemplo. Es así.

De las más importantes de tu carrera, ¿cuántas siguen grabadas en la cabeza?

Eso está bien estudiado. La cabeza recuerda por la emoción. Si los detalles te ayudan a conectar con algún tipo de historia, lo recuerdas. Si no, son mil datos aislados que no te sirven igual. Entonces, al recordar dónde jugaba cada partida de cada campeonato, puedo recordar las jugadas todavía, pero no tanto de las menos importantes.

¿Cómo se ve a sí misma una leyenda?

Disfruto de ser una leyenda y, por supuesto, cuando la gente me reconoce y me muestra su cariño y su respeto lo disfruto mucho. Pero en el tablero hay que empezar desde cero cada día. Ahí no hay vale tu pasado, tienes que olvidar muy rápido que eres una leyenda y volver a demostrarlo. Es algo casi cruel, pero es así.

¿Cambiarías algo en tu carrera?

Supongo que sí. Sabemos que el tiempo no funciona así, pero hay cosas que me gustaría cambiar, aunque al mismo tiempo entiendo que si quiero cambiar es porque no puedo hacerlo. Habría que hacer las cosas mal una vez y después repetirlas. Uno entiende los errores que comete a nivel personal. Hay miles de cosas que uno querría cambiar.

«No tuve la confianza o la mala leche o lo que fuera para protestar al árbitro y decirle que Kasparov se estaba comportando de manera incorrecta»

Vishy Anand

¿Algo importante que se pueda compartir?

(Piensa un buen rato). Yo, por ejemplo, tengo una tendencia si la gente me presiona, como ocurrió en la famosa partida contra Kasparov, la décima de Nueva York. Él hacía su jugada, se levantaba, salía de la habitación y cerraba la puerta de golpe. Temblaba todo. Lo hizo cinco o seis veces y yo en aquel momento no tuve la confianza o la mala leche o lo que fuera para protestar al árbitro y decirle que tenía que parar eso, porque se estaba comportando de manera incorrecta. Decidí que, como mi posición estaba perdida, la gente iba a pensar que eran excusas, y no lo quise hacer.

¿Con Karpov o algún otro te ocurrió algo parecido?

Sí, una vez Karpov llegó 45 minutos tarde a nuestra partida. El árbitro me pidió que tuviera el detalle de devolverle ese tiempo, porque él se había retrasado porque no encontraba un taxi. Lo curioso es que durante esos 45 minutos de espera, yo ya sabía que Karpov iba a hacer exactamente eso, que se iba a inventar un cuento y que el árbitro me iba a pedir que no aplicara las reglas. El árbitro no tendría que haberme preguntado siquiera, pero no quería luchar también contra él y le dije: «Olvídalo, dale esos 45 minutos». Tienes que aprender a luchar por ti mismo. Si hubiera tenido más confianza en mí mismo, podría haber dicho que no me gustaba lo que hizo, pero mi tendencia es dejarlo pasar y no mirar a esa persona durante un rato. He querido cambiar esto y hay muchos ejemplos así, pequeñas cosas que se acumulan y de las que uno se arrepiente. También hay cosas más grandes, claro, pero son más privadas. 

Karpov y Anand, en uno de sus múltiples enfrentamientos

Recuerdo que te hice una entrevista en 2007, antes de ser campeón del mundo, en la que decías que no hace falta ser mala persona para conseguir el título. Algunos te acusaban en esa época de ser demasiado blando y decían que no lo conseguirías nunca. Supongo que no es incompatible ser buena persona y defender tus derechos.

Esa es la conexión. Luchar por ti mismo no te hace mala persona. Puede llegar a ser algo cultural esperar por educación o por sentido práctico, pero hay que decirlo claramente, sin gritar, sin perder el control: mira, lo que estás haciendo no es correcto, estos son mis derechos, no me gusta lo que estás haciendo. Ahí he sufrido mucho, porque siempre pongo excusas racionales para no actuar así.

Después de los momentos que has contado, ¿has conseguido tratar con normalidad a Karpov y Kasparov?

Mantengo relaciones normales con ellos y siempre he podido separar su lado bueno del malo. Puede que empezáramos mal, pero incluso si no me gusta alguien puedo seguir hablando con esa persona, aunque no me apetezca. Son cosas distintas y con eso no he tenido problemas. 

«La opinión pública siempre puede querer más sanciones a Rusia, pero yo creo que la solución de la FIDE es razonable, porque debemos proteger a los deportistas que se ganan la vida con el ajedrez»

Vishy Anand

Sé que estás en una posición especial. Querría que me hablaras también de tu papel en la FIDE, un organismo controlado por un presidente ruso, lo que muchos consideran ya un error.

Mucha gente tiene la tendencia a culpar a la FIDE por todo, sin aportar nada. Si lo piensas bien, es lo que ocurre con los gobiernos. Mucha gente cree que todos son idiotas, pero luego no hacen nada. No es tan fácil. Hacen falta expertos. No quiere decir que la FIDE sea perfecta, ni mucho menos. Hay cosas que hace falta cambiar y en general cambiamos más lento que otros. Ciertas organizaciones tienen que mantenerse estables y prever las consecuencias antes de introducir cambios. Otras pueden evolucionar más rápido. Pero creo que hemos mejorado la organización, así como los torneos para mujeres. Los premios son más altos ahora. Como jugador, es una suerte ver cómo son los torneos ahora. No hay que asumir que es lo normal, sino que hay que apreciarlo.

¿Cuál es la solución con los jugadores rusos?

Hay una parte de la crítica que escapa a nuestro control. Rusia siempre ha jugado un papel histórico en el ajedrez durante el siglo pasado. Ahora la relación es delicada. Lo que hacemos es seguir una política en la que cada ajedrecista ruso no pueda jugar con su bandera, ni en un equipo que dé el crédito a su país. A nivel individual, sin embargo, se tienen que ganar la vida y por eso intentamos protegerlos, pero las sanciones existen. La opinión pública siempre puede querer más sanciones a Rusia, pero yo creo que la solución de la FIDE es razonable, porque debemos proteger a los deportistas que se ganan la vida con el ajedrez. No podemos ir más allá. También tenemos que tener un consenso dentro de todas las federaciones. Las críticas son muy razonables, pero ¿qué podemos hacer?

Si Nepo hubiera ganado el Mundial, por ejemplo, Rusia lo podría haber aprovechado para hacer propaganda.

Mira, la FIDE no puede influir en eso. Lo que los rusos hubieran hecho dentro de Rusia no lo podemos controlar. Hacemos lo que podemos, como obligar a jugar con la bandera de la FIDE. Si tuviéramos tanta influencia, podríamos parar la guerra. Son dos cosas muy distintas. Me alegra que al menos el campeonato fuera tan interesante.

Iba a preguntar justo por eso.

Realmente los dos jugadores hicieron afición por su comportamiento y sus partidas. La política hay que dejarla a un lado. Es un momento difícil para el deporte.

El ajedrez clásico parece que ha resucitado un poco.

Efectivamente. Podemos confiar en que la historia del ajedrez clásico todavía pueda ir más lejos.

Magnus Carlsen observa a Anand en una de sus partidas. Foto: Maria Emelianova

¿Sin hacer cambios, como pide Carlsen?

Para el Campeonato del Mundo los cambios son difíciles, porque parte de su valor es la tradición. De alguna manera conecta con lo que hizo Steinitz hace 150 años. El ajedrez clásico se puede adaptar un poco y lo están intentando en varios torneos, como en Noruega, con la prohibición de ofrecer tablas. Son pequeños cambios, pero no tiene sentido hacer una partida clásica a un ritmo semirrápido porque ya tenemos un campeonato de semirrápidas. Además, esos torneos pueden ser muy emocionantes, pero después de ver tres seguidos, añoras el ajedrez clásico. El cambio es lo que lo hace interesante.

¿Te dolió que la persona que te quitó la corona la cediera luego sin luchar por ella?

¡En absoluto! Mi conexión con el título es de hace una década y ya no lo veo de esa forma. Yo no hubiera hecho yo lo mismo, claro, pero entendí su posición y hay cosas que hace falta aceptar sin más. Así es la vida. Para mí, sí era muy importante que el campeonato fuera un éxito sin él. La competición tiene futuro y esa es la buena noticia. 

«Después de tantos años en los que la brecha entre hombres y mujeres no se cierra, debemos aceptar que será muy complicado, pero hay que seguir mejorando el entorno»

Para terminar, ¿qué esperas hacer en la FIDE en el tiempo que sigas?

De momento, estoy ayudando al equipo que trabaja por el ajedrez femenino. Hacer un Grand Prix en Chipre en tan buenas condiciones, con premios tan altos, servirá para atraer a más mujeres a jugar. Es muy importante que los torneos consigan mayor atención, conseguir buenos números para poder atraer a más patrocinadores. También es importante que el ajedrez se desarrolle en países como India y China, en Asia en general. Intento contribuir con mi parte. 

¿Crees que la brecha entre hombres y mujeres se está cerrando de verdad?

La verdad es que es un proyecto en el que podemos trabajar muchos años sin ver ningún impacto, o que de repente surja una Judit Polgar. Ella hizo que soñáramos con tener mujeres entre los diez primeros y ahora ni siquiera hay una entre los cien primeros. Eso es decepcionante, pero hay que invertir para que las mujeres lo vean atractivo y se planteen dedicar su vida al ajedrez. Para mejorar a largo plazo, tienes que invertir muchas horas y muchos años de tu vida, pero si no es atractivo, ¿para que van a hacerlo? Hay que seguir mejorando el entorno, que sea más interesante para ellas, pero es un proyecto a largo plazo. No voy a prometer nada a corto plazo porque no hay manera.

El problema es más complejo de lo que parecía.

También es un problema social y cultural, funciona a niveles que ni siquiera entendemos. ¿Por qué somos distintos? En cada cultura se ve de una forma y no tengo el nivel científico para ampliar mi opinión, pero quiero decir que la diferencia existe y hace falta entenderlo a un nivel más profundo. Hemos pensado que habría una solución más fácil, quizás, pero después de tantos años en los que la brecha no se cierra debemos aceptar que será muy complicado. Pero vuelvo a repetir que si el entorno es atractivo, eso dará resultados por sí mismo.

La foto principal de Vishy Anand es de Stev Bonhage

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