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Dvorkovich fue decisivo para evitar un castigo mayor a Carlsen

Arkady Dvorkovich, presidente de la FIDE

Arkady Dvorkovich, presidente de la FIDE

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Segunda parte del análisis del fallo sobre el caso Carlsen-Niemann, un documento lleno de contradicciones que termina por revelar la intervención decisiva del presidente de la FIDE para que el Comité de Ética no fuera demasiado duro con el número uno

Seguimos con el repaso a la sentencia de la FIDE en el caso Carlsen-Niemann, iniciada en el artículo anterior. Recordemos que el número uno del mundo ha sido castigado con una multa de 10.000 euros por abandonar el torneo de San Luis sin justificación. Fue absuelto, en cambio, de acusar a un colega sin pruebas, de socavar su honor y de dañar la reputación del ajedrez y de la propia Federación. El presidente de la Federación, Arkady Dvorkovich, tuvo una influencia capital.

Sobre esta última acusación, el Comité de Ética y Disciplina de la Federación Internacional recuerda en su sentencia que Magnus Carlsen criticó a «un jugador titulado, registrado en la base de datos de la FIDE y, como tal, miembro de la familia de la FIDE». Como traduce libremente un amigo, el lema «Gens una humus» (Somos una familia) podría traducirse a veces como «Gentuza somos».

Bromas aparte, en este punto el texto revela sobre todo la habilidad de los abogados de Carlsen, que señalan una serie de posibles atenuantes debido a los supuestos fallos de procedimiento del Comité. Otro de los argumentos de la defensa es que el análisis posterior y los comentarios de Hans Niemann sobre sus jugadas no se correspondían con su Elo, que el americano eligió una línea inusual para derrotarlo y que «no mostró signos de nerviosismo» durante la partida. «Sus propias experiencias jugando con él por internet y sobre el tablero lo llevaron a cuestionar la integridad de su juego, hecho agravado por las preocupaciones compartidas sobre Niemann por otros jugadores de primer nivel».



Los abogados de Carlsen también ponen en duda la eficacia del método científico de Regan para detectar trampas. «Según la estimación aproximada del propio profesor», cita la defensa, «un tramposo necesitaría hacer trampa en tres movimientos por partida en un torneo de seis a nueve rondas para poder ser atrapado usando su metodología».

«Decepción» por los argumentos de Carlsen

El Comité de Ética no parece impresionado por los argumentos de Carlsen, sin embargo, y expresa su «decepción por la falta de pruebas proporcionadas por el demandado». «En la etapa inicial, el demandado presionó para que se suspendiera el procedimiento porque no podía proporcionar las pruebas que poseía, pruebas concretas que solo podía proporcionar después de que el litigio fuera resuelto. Estas pruebas nunca fueron aportadas».

También recuerdan el punto que podría haber incumplido Magnus: «El Código Disciplinario prohíbe las acusaciones imprudentes o manifiestamente infundadas de trampas en el ajedrez; y prohíbe la expresión de opiniones si no se basan en motivos aceptables». ¿Por qué no le castigan entonces? En general, lo regañan cada vez que pueden, pero luego no esconden cierto favoritismo en las decisiones. Parece evidente que con otro jugador menos relevante no habrían tenido las mismas consideraciones.

Carlsen y Niemann, al comienzo de su partida en San Luis. Foto: Lennart Ootes

El Comité abre a continuación una puerta peligrosa. La secuencia de argumentos no tiene desperdicio. Ni sentido. Primero explica esto: «Para que una acusación esté justificada, no basta con que el acusador crea subjetivamente que el acusado podría estar haciendo trampas. Es necesario que un observador neutral y razonable también lo crea». Pero luego, añade esto: «La conclusión de que una denuncia estaba bien fundada (…) no depende de que la persona acusada sea finalmente declarada culpable. Existe una situación intermedia en la que existen motivos suficientes para sospechar razonablemente aunque una investigación exhaustiva demuestre que en realidad no hubo trampa».

El Comité se sigue enredando con otros argumentos no menos discutibles, que incluso se contradicen con los anteriores. Por un lado, no creen «que un retiro en sí mismo equivalga a una acusación de trampas, especialmente cuando no se afirmó expresamente nada que respalde esa acusación». Luego, recuerdan que fue el propio Niemann quien «por su propia cuenta hizo la confesión pública en una entrevista después de la quinta ronda». Después de eso, Carlsen explicó los motivos de su retirada y expresó la creencia de que Hans Moke «había hecho trampas más a menudo y más recientemente de lo que había admitido».

«La situación intermedia», clave

El Comité da mucho valor a la confesión pública de Niemann y sostiene que después de ella, «una persona neutral» (como si hubiera alguna en este asunto) puede creer que ha reincidido y que sus trampas son más frecuentes de lo que admite, lo que parece respaldado por el informe de Chess.com y las conclusiones del profesor Regan. En conclusión, estaríamos ante la famosa «situación intermedia», según la cual «una denuncia puede estar bien fundada sin que el sospechoso no sea declarado culpable». Ojalá algún abogado aclare este punto, que huele mal.

En resumen, el argumento que salva a Carlsen es que solo dijo con claridad que Niemann era un tramposo después de que este confesara, aunque confesó otra cosa. «En opinión de la sala, esto evita que su comentario sea imprudente o manifiestamente infundado». No se tiene en cuenta que Niemann confesó trampas cometidas mucho tiempo antes, en partidas por internet y en otro contexto distinto. Esa incongruencia se ‘resuelve’ con una frase: «La Comisión considera innecesario distinguir entre diferentes formas de trampas. Ya sea en el tablero o por internet, no hace que una ofensa sea menor que la otra, sigue siendo un ataque a la integridad del deporte».

Por todo ello, y porque todas las trampas son iguales, se declara a Carlsen «no culpable». Estaría bien aquí saber si la FIDE va a investigar, de entrada, a los otros cuatros grandes maestros del top 100 que según Chess.com también han hecho trampas.

El honor de Niemann, por los suelos

Con todo lo prolijos que son los argumentos para las dos primeras acusaciones, la forma en que se resuelve el posible menoscabo al honor de Niemann es llamativo. La resolución es tan breve en este punto que es mejor publicarla de forma íntegra:

«El Comité de Ética y Disciplina no recibió pruebas que demostraran un menoscabo del honor del GM Niemann mediante el uso de lenguaje, gestos o signos ofensivos».

Niemann, durante la partida de marras, en su actitud «poco nerviosa», uno de los argumentos de Carlsen. Foto: Crystal Fuller

«No se puede concluir con cómoda satisfacción que el GM Carlsen haya actuado con alguna intención o motivo malicioso. No hay evidencia que sugiera que deliberada y falsamente calificara al GM Niemann de tramposo, sabiendo que era todo lo contrario».

«Por lo tanto, se considera al demandado no culpable del cargo».

¿Dañó Carlsen la reputación del ajedrez y de la FIDE?

Aquí los argumentos son algo más extensos, pero tampoco demasiado. La conclusión viene a corroborar el viejo axioma de que no existe la publicidad negativa: «La atención de los medios no debe percibirse sólo como negativa», dice el Comité. «La cobertura de este asunto convirtió al ajedrez en un tema de discusión amplio y popular. Las trampas son un tema delicado en todos los deportes y el ajedrez no es peculiar en este sentido. Por lo tanto, el Comité no cree que la atención que ha ganado este caso haya perjudicado la reputación y los intereses de la FIDE. Por el contrario, cree que puede haber despertado el interés y la conciencia de muchas personas, ahora deseosas de aprender cómo pueden ocurrir realmente las trampas en el ajedrez».

Falta poco para que propongan darle un premio a Carlsen por vender el ajedrez en los medios.

El único delito de Carlsen: su fuga de San Luis

El Comité, por último, no considera que todo el conflicto de las trampas, reales o no, justifiquen el abandono de Magnus. «Los motivos válidos para una retirada pueden ser, por ejemplo, enfermedad, muerte de familiares cercanos, pandemia o guerra», explica.

Aquí se contradice de nuevo, sin embargo, porque explica cómo debería haber actuado Carlsen después de sus sospechas para no dañar la reputación de un colega sin previo juicio. «La FIDE ha desarrollado medios procesales para investigar sospechas de trampa sin causar atención innecesaria ni daño al jugador acusado», explica. «El Comité cree que no había ninguna razón válida para la retirada, ya que el demandado no corría riesgo de volver a enfrentarse al GM Niemann y no conseguía nada con su retirada, salvo cuestionar la suficiencia de los mecanismos de juego limpio empleados por la organizadores».

El tirón de orejas, más allá de los 10.000 euros de multa, caerá en saco roto, pero el fallo sostiene que Carlsen «demuestra un mal espíritu deportivo al eludir las medidas vigentes para abordar adecuadamente estas preocupaciones de forma confidencial». «Como actual campeón del mundo en el momento pertinente, y el jugador mejor valorado del mundo con una considerable influencia y seguidores, se espera que el demandado dé un buen ejemplo, especialmente a los ojos de los jóvenes ajedrecistas».

Dvorkovich: salvador

Al final del documento, se revela que Arkady Dvorkovich influyó de forma notable con su declaración: «El presidente de la lFIDE cree que sería contraproducente imponer un castigo severo al demandado, que tendría el potencial de causar graves daños al desarrollo del ajedrez y podría dar la impresión de que el ajedrez de alto nivel está lleno de violaciones del juego limpio, lo que podría tener un impacto financiero severo en la búsqueda de patrocinadores y socios». Una vez más, el dinero pesa más que ningún otro factor.

«El Comité está de acuerdo con el presidente de la FIDE en que una sanción (como una prohibición) que impida al demandado jugar competiciones perjudicaría gravemente los intereses del ajedrez, a sus organizadores, el desarrollo y seguimiento del juego y reabriría un conflicto previamente resuelto».

Por último, el Comité justifica la cuantía de la pena impuesta a Carlsen: «Cualquier multa debe tener en cuenta la capacidad del infractor para pagarla y su efecto disuasorio para que no repita la conducta ofensiva». Considera que los 10.000 euros cumplen ese cometido, aunque añade que podría haber subido el castigo hasta un máximo de 50.000 euros.

Las palabras posterior de Carlsen, aliviado por el resultado de la investigación, demuestran que se quedaron cortos. Eso sí, es improbable que el número uno reincida, porque es inteligente y porque su verdadero temor son los tribunales ordinarios, que fueron los que al final resolvieron el caso. Nos falta por saber cuánto dinero se puso sobre la mesa para que Niemann retirara su demanda.

Sobre Dvorkovich, siempre me ha causado buena impresión y seguramente actuó de buena fe. Sin embargo, no sé si es más criticable su petición de clemencia hacia la mayor estrella del ajedrez actual o que el Comité de Ética y Disciplina le hiciera caso de un modo tan evidente. Por supuesto, yo también puede estar equivocado y mis opiniones no son un caso cerrado. Se admite el debate.

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