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Faustino Oro en Madrid
El escritor José Luis Torrego se une al equipo de Damas y Reyes, donde se estrena con este texto sobre el jovencísimo ajedrecista argentino. El periodismo está bien, sobre todo si es de calidad, pero tampoco viene mal un poco de literatura.
La historia empieza en la posición de abajo, que corresponde a la partida entre Faustino Oro y Álex Garrido, jugada en la última ronda del Madrid Chess Festival. Puedes seguir los movimientos pulsando las flechas del diagrama. Es posible que en los móviles no se visualice bien. Si es así, baja y pulsa en ‘Salir de la versión móvil’.
A partir de aquí, empieza el artículo de Torrego.
1. Cb6, Af5
El niño que lleva las blancas levanta la mano, la suspende como una cresta sobre su cabeza y la baja rauda y certera sobre el caballo.
2. Cc4
Y sin mirar siquiera la posición resultante, sale disparado, como escolar que acaba de recibir permiso de su maestra, hacia la puerta del baño. Mientras tanto, su oponente, veinte años, hunde sus brazos entre las piernas, vibrando nerviosa la derecha, inmóvil el tronco, fija la cabeza en el tablero.

2…, Cg6
Faustino, ya de vuelta, mira miope tras sus gafas azules rectangulares, mientras se rasca la cabeza. Es una composición diagonal: tablero, mirada, cabeza y mano en lo alto, como una perspectiva renacentista.
Se yergue, cubre su boca con la palma izquierda dos segundos y dispara como un zoom la cabeza como haría un felino que ha descubierto un leve movimiento entre las hojas. No, falsa alarma, la retorna veloz y retráctil.
Sigue con su meditación, no mueve aún. Se recoloca las gafas con un dedo en la nariz y retoma la posición erguida e inmóvil de un pointer que atisba presa. Apenas por un instante. Juega ahora con un peón negro entre los dedos de su mano izquierda, mira embelesado con la boca abierta, dirige al contrincante una mirada fugaz y cargada de electricidad como un relámpago.

Pasan los minutos, cruza los brazos sobre la mesa y bascula luego el cuerpo hacia adelante, lo deja ahí mientras lo balancea despacio meditativo. Antes de hacer una serie de movimientos rápidos:
3.f4, Dd1+
4.Rh2, Dd8
5.Rg1, Dd1+
6.Rh2, …
Ante la posibilidad de repetir el jaque una tercera vez para las tablas, el contrario decide tomarse un tiempo para buscar un posible camino hacia la victoria. El niño le mira expectante, pareciera que como deseando que lo haga. Necesita la victoria para conseguir la tercera norma de Maestro Internacional, el más joven de la historia, pero tiene la cabeza de un jugador sensato y curtido, quizá ha visto que no gana y mejor unas tablas que perder. Más aún si significa salir invicto de otro torneo.

6…, Dxc2
Nada de tablas por repetición. Hay que seguir jugando. Y lo hace muy rá
7.Dxc2, Axc2
8.Ca5,
El caballo lo ha movido de forma instantánea. Todo estaba ya calculado en caso de no haber repetición. Faustino mira ahora al contrario en un fugaz bajarse las gafas, vuelca su cuerpo meciéndolo sobre el tablero. Parece que ahora ve algo, pero no, su mirada se vuelve de pronto indolente hacia la pared, se rasca la coronilla y se levanta hacia el tablero del rincón donde juega una ex campeona de España. Apenas lo mira y se da la vuelta, no iba a eso, es un automatismo que produce la tensión mientras espera la jugada del contrario. Lo tiene delante, su pierna derecha sigue vibrando como si su pie pedaleara sobre una máquina de coser antigua. Su rival se está tomando ahora un tiempo interminable.

Finalmente:
8…, Ad6
El niño anota, piensa, la mano de cresta sobre la cabeza una vez más, la baja, vuelve a cruzar los brazos sobre la mesa, adelanta un peón obligando al cambio de alfiles y anota tranquilo la jugada.
9.f5, Axg3
10. Rxg3, Ce5
El niño anota la jugada mientras su adversario aún la está haciendo, suelta el boli y se pone a pensar. Mano cresta, mano a la boca, mano sobre la mesa; mano grulla, mano en picado. Mueve.
11.Rf4
El rival ahora se rasca la frente. Veinte años, pelo rizado muy corto, unas gafas metálicas redondas y la camiseta blanca del C.A. Extremadura con las mangas verdes en las que se lee “Mérida”. El niño sale ahora corriendo para el baño, empuja la puerta, está ocupado, vuelve deprisa. Su rival está moviendo:
11…, f6
12. gxf6, gxf6
13. Axc6, Axb3
14. Cxb3, Cxc6
15. Re4, Ce7
16. Rd4, Cxf5
17. Rc5
(Si no visualizas bien el siguiente diagrama en tu teléfono, baja y pulsa en ‘Salir de la versión móvil’)
El rival ofrece la mano y el niño acepta las tablas. Colocan inmediatamente los reyes en el centro y empiezan a comentar variantes indicando con la mano los lugares del tablero donde no llegaron a nacer. Finalmente las colocan todas en posición inicial mientras el niño dice «que sí, que sí» con la seguridad resignada de que no había nada más en esa línea que le apuntan. Son los últimos en terminar, los responsables de la organización están recogiendo los juegos de las mesas.
—Dejarás uno, ¿no? —le dice al organizador, protegiendo el suyo con una sonrisa.

Y lejos de sentir el menor cansancio o la menor contrariedad por no haber hecho historia ese día, comenzó a jugar partidas rápidas con todos los que se morían por sentarse ante él en el tablero.
Es un niño y espera jugando, sin agobiarse, confiado, como esperan los tocados por los dioses que saben que el destino está ahí y no puede continuar sin ellos.
En la imagen de arriba, Faustino Oro y el autor del texto, José Luis Torrego. Foto: FMB / Damas y Reyes
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