Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 20 segundos
El pasado domingo, 31 de agosto, se celebró la edición número XXIX del Torneo de la Piscina. Esto no es una crónica al uso, pero para mí fue un hito superar las maldiciones y terminar la competición.
Allá por 1997 intenté jugar por primera vez el Torneo de Fiestas de San Sebastian de Los Reyes, que se disputa cada año en la piscina del polideportivo Dehesa Boyal. La noche anterior se mató Diana de Gales. Yo trabajaba en ABC, la noticia nos atropelló a todos, sobre todo a unos pocos, y terminé mi jornada tan tarde, o tan pronto, que no fui a jugar, después de más de 12 horas de un trabajo especialmente intenso.
En 2023 traté de jugar de nuevo en el torneo, que se interrumpió a la hora de comer, después de solo cuatro rondas de las ocho previstas. Ese día, la Comunidad de Madrid envió por primera vez en su historia una alerta masiva a la población, por riesgo extremo de tormentas. Ninguna queja, porque todo el mundo llegó sano a casa y porque en el momento de la suspensión, estaba en los puestos premiados. Me fui frustrado un año más, más de un cuarto de siglo después, pero con una pequeña recompensa.

A la tercera, he podido vivir por fin el famoso Torneo de la Piscina, superando maldiciones y, como cuento un poco más abajo, incluso algún conjuro maléfico. No puedo hacer una crónica al uso, porque estaba enfrascado en mis propias pugnas ajedrecísticas. Entre ronda y ronda, además, aproveché para hacer unas pocas fotos. En el tablero no me fue mal del todo, aunque esto no le importe a casi nadie. Quedé a unas décimas de llevarme de nuevo uno de los premios para veteranos y habría subido mi maltrecho Elo de forma notable si el torneo hubiera sido computado.
Sebastián Reyes, ganador por sorpresa
El ganador fue Sebastián Reyes (2229 puntos Elo), quien se impuso en todas sus partidas, excepto la segunda, que perdió ante un tal Federico Marín, quien tuvo la suerte de cara en los apuros. El ritmo de juego, 15+5, invitaba a cometer errores y ni siquiera el campeón resistió la tentación, aunque fuera por una vez.

Tiene mérito la victoria de este joven ajedrecista, sobrino del MI Juan Reyes, quien acabó en octava posición, lo que prueba la dureza del torneo. Sebastián, quizá ayudado por el santo patrón de la ciudad, superó en la clasificación a los cuatro maestros internacionales presentes y a varios maestros FIDE. La partida decisiva fue su victoria sobre el MI Javier Moreno, en la penúltima ronda.

El segundo clasificado fue Juan Rottenwohrer y en tercera posición quedó el maestro FIDE Andrés Ingunza, entre 82 participantes.

El torneo mereció la atención de una cadena de televisión local, que entrevistó a la jugadora Andrea Antón, una de las integrantes del club organizador, V Centenario. Arbitró Antonio González Tedín, con Juan Carlos Antón como adjunto.
Como siempre, los jugadores tenían derecho a bañarse entre ronda y ronda o en el tiempo de descanso para comer. Y como también es tradición, acabaron cayendo algunas gotas, que aguaron la entrega de premios. No se ahogó ningún jugador, al menos fuera del tablero.


Otro aspecto destacable fue la participación de jugadores de todas las edades. El más joven tenía 5 años, con el que tuve la suerte de jugar, aunque me confesó que me había lanzado un conjuro de los Pokémon. Como si lo necesitara.
Es bonito jugar torneos de ajedrez así, en los que van padres e hijos, niños, niñas, mayores y ‘mayoras’, para participar en el único deporte en el que cualquier mezcla es posible.
Si has llegado hasta aquí, apenas te costará unos segundos más suscribirte a Damas y Reyes, con lo que ayudas a que esta página siga siendo gratuita, no tenga publicidad invasiva y esté actualizada con frecuencia.

