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Hoy es viernes y los seguidores de Yago Gallach están de suerte. Te dejamos su último artículo en primicia mundial.
Al parecer, a los ajedrecistas nos gustan mucho las aspiradoras.
Fascinación. Encanto.
Abiertamente, son irresistibles.
Tal vez se deba a que siempre aspiramos a más.
Incluso me resulta más curioso que anecdótico el hecho de que cuando ya lo había sido todo, cuando en realidad ya no quería más, ni aspiraba a nada (ni a nada más), el caramelo para su regreso (sí, el de Bobby) fuese una aspiradora (la mejor).
Poco más, poco menos, me reduele pensar que el reduelo entre Spassky y Fischer se pueda narrar con una aspiradora como punto de inicio.
Imágenes del libro ‘Auge y caída de Bobby Fischer’ de Julian Voloj y Wagner William
La imagen es tan, tan potente que no le hizo falta ver ninguna. Bastó su imaginación y se sumergió en ella.
«Tenemos las mejores aspiradoras del mundo», le susurró una nota a un Bobby desnortado. Yacía a sus pies, pequeña, indefensa, mal iluminada, con una propuesta de mancha de cebolla caramelizada, casi como una minúscula ventaja estratégica que sólo puede ver un ojo entrenado.
Bobby tenía dos. Los dos entrenados.
Chirriaron sus bisagras (era un tipo realmente alto) y recogió el papel del suelo. Lo miró. Fijó la mirada en el infinito (no en el de un junco, que podría también, sino en un infinito en forma de 8 acostado, caído por la propia gravedad de su concepto para poder expandirse un poco más, para crecer a lo ancho: ∞), se perdió en él (en sí mismo como ente, como ser pensante, andante y moliente: su pasado le dio vueltas) y en él (en algún recoveco de su curva, en su laberinto), y le gustó. Ni siquiera trató de salir, de llegar, de regresar, de buscar una puerta, un orificio, un átomo… Tampoco llevaba garbanzos para poder desandar el camino que estaba recorriendo. Y continuó hacia delante, como un eterno aspirante.
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Yago Gallach Pérez nació un 23 de mayo, como Anatoli Kárpov, pero con una notable diferencia en años, títulos y Elo. Bueno, y que Yago nació en un cálido y festivo domingo y el gran Tolia en un frío y calculador miércoles. Casi 12 Olimpiadas después (en nada nos quedará París), Yago ha pasado de ser un simple peoncito a un enamorado de nuestro juego que trata de transmitir toda la pasión que puede en sus clases, con el permiso de niños y niñas, claro. Siempre bajo la consigna del humor, que, como le decía su abuela entre risas, es el camino más corto entre dos personas. Actualmente trabaja en la Asociación Valenciana de Ajedrez Educativo e Inclusivo.
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