Bienvenidos al segundo viaje con René. Esta vez no iremos a Barbados, ni a Argelia, sino que viajaremos por la producción escrita de nuestro personaje.
Si te perdiste el primer viaje con René Mayer, puedes leerlo aquí:
[René Mayer: «Siempre me pareció que ser ajedrecista profesional era una tomadura de pelo»]
Empezando por unas colaboraciones enviadas desde París a Ricardo Lamarca a finales de los 60, René Mayer ha escrito varias docenas de artículos para diferentes revistas especializadas. El interés de estos artículos es indudable: además de sostener varias secciones dedicadas a la psicología del error, René aborda la crónica de torneos, entrevista a grandes maestros (incluyendo al mismísimo Korchnoi), se embarca en alguna que otra dialéctica epistolar e incluso se atreve con un meticuloso estudio astrológico de los mejores ajedrecistas de la época.
Sin embargo, razones de tiempo y espacio nos obligan a dejar para un hipotético «más adelante» la crónica de esas crónicas, con la finalidad de dar prioridad a la otra cara de la producción escrita de René: sus libros.
El mapa del tesoro
Antes de entrar en materia, un pequeño resumen de lo que sigue, para ayudar al lector. Vamos a hablar de la bibliografía ajedrecística completa de René Mayer, que consta de cuatro obras en castellano (dos de ellas traducidas y adaptadas para su publicación en Francia):
Temática | Título | Año |
Estudios | ‘El Cuadrado Mágico’ | 1998 |
Problemas | ‘Problemas para gente sin problemas’ | 2003 |
‘222 problemas con solución para ajedrecistas sin solución’ | 2008 | |
‘333 problemas para el viajero sin tablero’ | 2022 |
¡Por fin un libro de brujería!
En el número 488 de Jaque (1999) se publicó a media página el siguiente anuncio:
La poesía del ajedrez. ¡Por fin, un libro de estudios para los jugadores de torneo! Así se promociona el primer libro de René Mayer, publicado en diciembre de 1998. Sus amigos de más o menos tiempo atrás conocíamos su pasión por los estudios, pero de todos modos nos sorprendió una obra tan trabajada.
La opinión personal de este entrevistador es que El Cuadrado Mágico (en adelante ECM) es un libro extraordinario (añade su autor: producto de 9 años de dedicación y análisis, que se dice pronto…). No solo por los hermosos estudios que contiene, sino por el gran trabajo de clasificación y, sobre todo, por los comentarios, que son profundos, completos, didácticos y amenos. Si solo contuviera cuarenta o cincuenta estudios, ya sería más que notable; teniendo casi cuatrocientos, es una obra irrepetible.
Solo le encuentro un defecto, y es que no está pensado para el solucionista. Me explico: el principal placer que se extrae de un estudio, que es resolverlo, se ve dificultado porque la solución está inmediatamente después del diagrama, y en negrita, por si se viera poco. Tampoco es fácil ir tapando la solución con un papel: primero, porque ya es incómodo de por sí, y segundo, porque el libro está editado a dos columnas.
—René, para empezar: por favor explica, ya que algún lector aún no lo sabrá, qué son los estudios (también llamados finales artísticos) y los problemas.
—Los estudios y los problemas son posiciones de ajedrez compuestas, es decir, ideadas por una persona, el compositor, que generalmente contienen un desafío que debe resolver el solucionista, que en principio es cualquier ajedrecista dispuesto a intentar resolver dicho reto.
Dicho de otro modo: El jugador de torneos se enfrenta en cada jugada a la pregunta ¿qué? Es decir, ¿qué puedo o debo hacer en esta posición? ¿Debo luchar por las tablas o tengo opciones de victoria?
En cambio, el solucionista esa información ya la recibe, porque el compositor se la proporciona. Entonces no debe preguntarse ¿qué?, sino ¿cómo? Es decir, ¿cómo lograr el resultado que el compositor plantea?
—Gracias. Y ahora, si nos puedes aclarar la diferencia entre problemas y estudios…
—En los estudios o finales artísticos, salvo raras excepciones, se plantea la necesidad de que el bando de las blancas consiga un resultado que la posición del tablero haga parecer a primera vista imposible. Es decir, se nos pide ganar una posición de apariencia igualada o incluso inferior, o se nos pide empatar una posición aparentemente perdida.
En los estudios, la tensión de la lucha sigue viva (hay que obtener un resultado), aunque esté condicionada por el compositor.
En el caso de los problemas, en cambio, la tensión de la lucha desaparece por completo (igual que los conceptos de estrategia o de material) para ceder paso al mate, única meta a tener en cuenta. Esto supone un cambio de chip tan decisivo que el ajedrecista normal no logra captar inmediatamente el interés de este novedoso reto (¿qué interés puede tener dar mate antes o después en una posición con varias piezas de ventaja?). Y, sin embargo, ese interés existe (la maniobra de mate es siempre única, además de oculta e inesperada), pero solo aparece con la práctica, razón por la cual los estudios suelen gozar de mayor aprobación que los problemas de mate.
En cuanto a la nomenclatura estudios/problemas, aunque es un poco confusa, lleva así varios siglos, así que mejor no tocarla.
—Gracias otra vez. Y ahora, para empezar a hablar de tu libro por el principio, cuéntanos algo de Eduardo Scala, autor del prólogo de siete páginas, un texto lleno de imágenes originales, juegos de palabras y mucha mística.
—Eduardo es un ser muy querido con el que tuve la ocasión de compartir momentos mágicos e irrepetibles en los años 90: una pasión compartida por los estudios compuestos, una emisión radiofónica de esencia mística en RNE en torno a un notable final artístico y un viaje a Moscú durante las Olimpíadas de 1994, con interesantes entrevistas a grandes maestros de la talla de Botvinnik, Averbaj y Yudasin.
Eduardo Scala dejó de participar en competiciones de «ajedr-hez» (así lo ha llegado a nombrar) justo cuando estaba cosechando excelentes resultados.
Pero Eduardo es igualmente un poeta y creador muy especial, que considera el Noble Juego de Ajedrez (¡con mayúsculas!) como un genuino vehículo de conocimiento cuyas enseñanzas superan con creces el ámbito de las 64 casillas. Para él, el ajedrecista protagoniza por así decirlo una gesta lúdico-devocional regida por Mercurio (diálogo, comunicación) y de ningún modo por Marte (guerra, enfrentamiento), como podría deducirse por su escenificación bélica y por el carácter ultracompetitivo que reviste actualmente. Ello explica en parte por qué Eduardo dejó de participar en competiciones de «ajedr-hez» (así lo ha llegado a nombrar) justo cuando estaba cosechando excelentes resultados.
El Paraíso Robado, prólogo muy recomendable que redactó para El Cuadrado Mágico, ilustra a la perfección los aspectos más relevantes de su pensamiento en torno al universo polifacético del ajedrez y contiene pasajes tan impactantes como el que sigue: «¡Ciertas jugadas contienen maravillosas partidas!».
Entrevista robada
Interesante personaje, desde luego, y muy poco conocido para las nuevas generaciones. Gracias por acercarnos a él.
Poco después del anuncio mencionado más arriba, se publicó en ‘Jaque’, acompañada de una selección de ejemplos, una entrevista (sin firma) al autor, de la que tomo prestadas algunas preguntas. Las respuestas están revisadas por el entrevistado, en exclusiva para Damas y Reyes, un cuarto de siglo después:
—¿Cómo surgió este libro y cuánto tiempo te ocupó?
—Empecé a aficionarme a los finales artísticos en 1965 durante mi etapa de estudiante en París, y siempre pensé que no existía un libro práctico que mostrara a la vez las facetas altamente artísticas y didácticas de los estudios. Me puse, pues, a coleccionar los ejemplos más brillantes, y en 1989 utilicé el verano para recorrer Europa Central (Belgrado, Viena, Budapest) en busca de una bibliografía adecuada en torno al tema. La redacción de ‘El Cuadrado Mágico’ la inicié en octubre de 1989 y los retoques finales tuvieron lugar en septiembre de 1998.
—¿Por qué este título?
—Por la inefable y enigmática belleza de algunas jugadas «metalógicas», que surgen como por arte de magia y constituyen una salida tan espectacular como inesperada de situaciones laberínticas, aparentemente sin solución.
En efecto, el universo de la composición no es el ajedrez al que estamos acostumbrados. Los creadores de finales artísticos son genuinos magos que convierten lo imposible en posible y transforman el tablero en una caja de Pandora de posibilidades insospechadas.
—¿Existe algún tipo de libro similar?
—Por muy extraño que parezca, no existe un modelo semejante en la amplia bibliografía de más de 60.000 títulos dedicada al noble juego. Es la primera vez que un no especialista en el campo de los estudios se esfuerza en reunir ejemplos realistas y clarificar conceptos que puedan ser de gran utilidad para el jugador práctico. Además, tal y como está pensado, el libro admite diferentes niveles de lectura. El jugador competitivo se fijará más en los aspectos técnicos y tácticos de las maniobras, mientras que el jugador más sensible otorgará mayor importancia al carácter altamente estético de las soluciones. Esta antología de 400 estudios sirve, por tanto, para fomentar el aprendizaje del ajedrecista mediante elementos didácticos y contemplativos.
—¿Por qué están actualmente incomunicados los mundos de la composición y de la competición?
—Pienso que esto es una consecuencia directa de la especialización a ultranza que caracteriza nuestra época. Los compositores suelen formar una secta cerrada y marginal que utiliza una terminología especial, asiste a congresos y lee revistas especializadas. Por otra parte, los jugadores profesionales no disponen de mucho tiempo para dedicarse a los estudios, ya que están sometidos a una presión competitiva cada vez más exigente. Y los jugadores activos suelen desconocer todas las virtudes mencionadas, que podrían contribuir a mejorar su entendimiento del noble juego.
Recuerdo a Pérez de Arriaga
No mucho más tarde, también la revista ‘OchoxOcho’ se hizo eco de la publicación del libro, ofreciendo, al igual que ‘Jaque’, algunos ejemplos y una entrevista. Esta vez sí estaba firmada, ni más ni menos que por el prestigioso historiador y experto en composición ajedrecística (y musical) Joaquín Pérez de Arriaga. La mayor parte de las preguntas y respuestas son parecidas, pero siempre se puede entresacar algo nuevo:
—¿Cómo has estructurado el libro?
—Consta de diez capítulos: en el primero se aborda el camino a seguir para resolver los distintos tipos de estudios, su corrección o su posible demolición1; en el segundo capítulo se incide sobre la íntima relación entre la partida viva y el final compuesto; el tercero está dedicado a la evolución de los 34 temas que suelen desempeñar un papel fundamental en los finales artísticos; los capítulos cuarto a noveno llevan el nombre de la pieza protagonista de las maniobras tácticas en la solución; y finalmente he dedicado un capítulo a las composiciones excéntricas o de fantasía que no habían tenido cabida en los capítulos anteriores que, como podrán apreciar los lectores del libro, contienen estudios de tipo natural o que perfectamente pudieran haberse producido en una partida.
Y ya está bien de copiar las preguntas de otros; ahora voy con las mías.
—En primer lugar, ¿algo que añadir a las respuestas que diste hace veinticinco años?
—No ha habido grandes cambios, pero los estudios se han popularizado gracias a la labor de monitores, entre ellos algunos grandes maestros, que me han confirmado el gran aprovechamiento de los ejemplos de ECM para sus clases; lo cual me parece todo un éxito.
—En segundo lugar, ya he dicho más arriba lo mucho que me gusta este libro y el defecto que le veo. Mi pregunta es: durante los nueve años que tardaste en sacar el libro a la luz, ¿no se te ocurrió la posibilidad de facilitar la labor del solucionista? Había varias opciones disponibles…
—La razón de esta omisión es fácil de entender: en aquella época de finales del siglo XX, caracterizada por el desconocimiento de las virtudes de los finales artísticos, mi intención era ante todo divulgativa, mostrar ejemplos que suscitaran la admiración contemplativa de los lectores, y no la más didáctica de someter los ejercicios a la sagacidad del solucionista. Hoy en día, procedería obviamente de un modo muy distinto, tomando en cuenta la posibilidad que mencionas.
(En defensa de René, tengo que decir que sus libros posteriores, dedicados a problemas, sí tuvieron en cuenta esta posibilidad.)
—Han pasado más de 25 años y, aunque el libro sigue vigente, no le habría venido mal una ampliación, o incluso una segunda parte; seguro que tienes material para ello. ¿Has considerado esta posibilidad?
—Claro que tengo material sobrante para ello, pero lo que no tengo es…¡tiempo! El libro que estoy escribiendo es una especie de ‘Informator’ humorístico que exige una dedicación exclusiva: propone una novedosa aproximación al humor y a los diferentes parámetros que contribuyen a la comicidad de los 4.400 chistes que figuran en mi base de datos, debidamente clasificados.
Los mejores estudios
—Por último, ¿serías tan amable de seleccionar algunos ejemplos del libro para Damas y Reyes? Yo creo que cinco no estaría mal.
—¡Claro que sí! Propongo estos:
El 293, de Y. Afek (1972) el mejor ejemplo, en mi opinión, por la riqueza de temas.
Blancas juegan y ganan:
El 303, de R. Huguet (1954), por su ingeniosa clave, un mecanismo de relojería.
Blancas juegan y hacen tablas:
El 223, de G. Kasparian (1969), por la inusual coordinación de sus piezas descoordinadas.
Blancas juegan y hacen tablas:
El 92, de B. Sokov (1937), por sus admirables cualidades geométricas.
Blancas juegan y hacen tablas:
El 166, de J. Moravec (1937), por su hermosa y efectiva sencillez.
Blancas juegan y ganan:
Fieles al espíritu de lo que se ha escrito más arriba, planteamos en este artículo los estudios y problemas seleccionados por René, y le invitamos a no visitar los enlaces con las soluciones hasta que haya resuelto cada composición.
En la próxima entrega, hablaremos de los siguientes libros de René Mayer y de otra de sus aficiones, los problemas. Prometemos que será más breve.
En la imagen de arriba, René Mayer, autor de ‘El Cuadrado Mágico’. Foto: FMB / Damas y Reyes
- Nota de la Redacción: demoler un estudio es encontrarle un defecto, ya sea una refutación de la proposición inicial de tablas o victoria, o una forma alternativa, generalmente menos artística, de conseguir ese objetivo. ↩︎
Antes de marcharte, te quiero pedir un favor