Inspectora Susa Buesa

La sección de Susa Buesa: Despertares

Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 49 segundos

Nueva entrega de las aventuras de la inspectora canina, por Yago Gallach. Como siempre en esta serie, el texto fue publicado primero en ‘Paterna al día’.

Liuba se sola despertó, desorientada, casa la conocía no. Quieta se quedó en la cama. Sábanas de soltero. Ásperas. Techo al mirando. Puede ser sábado. Poco a poco se le fueron aclarando los pensamientos. O viernes. Hacía muchos años que no dormía en una cama ajena. Muchos. Se le desnubló la vista, se le desenfangó el olfato, perdió la turbidez de su tacto; pero no se oía nada y no percibió gusto, ni siquiera conservaba el regusto de la cena que había preparado (solícito) Mordedor, tan soltero él: concisa, escueta, rápida. Realmente insulsa. Olvidable. Demasiados adjetivos para tan poca cosa. Sonrió. No estoy en La Torre. Pero es un buen chico.

Sin saber si tenía sentido o no, Liuba procedió como era su costumbre al despertar: convocando uno a uno a sus sentidos. Hecho esto, siempre se activaba el común. Invariablemente. Y eso es bueno.

Era de madrugada aún, y por la ventana se deslizaba una brisa suave y relativamente fresca. Agradable. Se estirazó en la cama y, al poco, en pie, también en su habitación, resumidamente acondicionada con un solo armario de pared, una mesita de noche, su lamparita y, obviamente, la cama. Sonrió: ¡como en casa! Ida y vuelta al baño y empezó —como todas las mañanas— a cumplir su sesión de gimnasia sueca. El movimiento favorece el movimiento de las tripas; y un buen movimiento de las tripas, el buen pensamiento. Y eso es bueno. Piensa mal y fallarás: en el tablero y en la vida.

Por su parte, Paco Mordedor se despertó tranquilo —tal vez demasiado para un ¿viernes, sábado?—, abrazado a un verano que avanzaba pausado mientras desdibujaba la frontera de las semanas, y de los días. Sentía su cuerpo flotando en una suerte de eterno dolce far niente. Aunque no fuera así. No, no es así, está el c4s0, ajedrez y más ajedrez, Liuba… Al menos he descansado bien. Y no hay nada mejor que un buen descanso. Y eso es bueno. 

Se duchó con agua fría (tanto como permite un verano valenciano) para despejarse un poco. Se vistió tranquilo y al acabar se asomó a la habitación de Liuba:

—Buenos días, Liuba. ¿Vamos? ¿Desayunamos en el despacho con el resto de la tropa? ¡Queda cerca!

—¡Claro!

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Antes de salir, Liuba se agenció los dos libros que se había traído, siempre dos.

—Nunca hay que quedarse sin lectura —aclaró—. Me gusta, me entretiene, me interesa. Sin que yo sea sabia, ¿a quién le importa la sabiduría en tiempos de pantallas?

Mordedor (un exponente más de la generación de la memoria wikipédica) se encogió de hombros y le echó una ojeada rápida a ambos títulos: Problemas para gente sin problemas y Cincuenta y pico artículos aburridos (¡y sin dibujos!). Sonrío. Interesante. La miró sorprendido.

—Ya me contarás. Y también me interesa saber qué es para ti la belleza. En el ajedrez. Si puede guardar relación con nuestro caso o no.

—Lo hablamos en el desayuno.

—¿Un croasán?

—¡Por supuesto, pero no se dice croasán, se dice cruasán! Que yo sepa —concluyó Liuba con un saltito—, no somos ranas.


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