Carlsen dignifica el Mundial del Ratón

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El número uno gana en Arabia Saudí la Copa del Mundo de Esports, un nuevo título para su colección y una competición que nos ofrece luces cegadoras, además de algunas sombras

Magnus Carlsen es una bestia y domina en cualquier formato que le pongan delante, pero más repasar los resultados de la Copa del Mundo de Esports, me gustaría reflexionar un poco sobre el futuro del ajedrez. «No tengo dudas, este es el camino», comentaba David Martínez con Carlos Matamoros en una de las retransmisiones. Algo parecido decía el propio Carlsen después de proclamarse campeón. Suelo estar de acuerdo con el Divis en un altísimo porcentaje de las «posiciones» –con el noruego la estadística es algo peor–, pero esta vez me pregunto: ¿de verdad es este el camino? Ojo, no lo niego ni me resisto de forma inútil a lo que vendrá. Me limito a exponer mi natural escepticismo.

En Arabia Saudí vimos duelos igualados y emocionantes, con una puesta en escena abrumadora, no exenta de pequeños errores, dentro de un formato en el que prima el espectáculo, justo lo que muchos reclamaban del ajedrez. Además, se repartieron unos premios tan altos y se movió tanto dinero en general que sería difícil encontrar testigos para el ministerio fiscal. Ahora bien, también vimos cosas difíciles de asimilar para los más puristas. Discutamos algunas de ellas.

Jan-Krzysztof Duda perdió una partida por un desliz del ratón, no achacable a los apuros de tiempo, y Nakamura se acabó imponiendo a Erigaisi en un final de tablas muertas, solo porque el americano maneja el ratón como un profesional adolescente de los videojuegos. Ya no se trata de la vieja búsqueda de equilibrio entre calidad y rapidez. El salto que se propone ahora es mucho más peligroso, casi mortal. ¿Queremos que las cosas se resuelvan así incluso entre los jugadores del top 10 mundial?

El resbalón con su ratón le costó a Duda 25.000 dólares.

$25,000 mouse slip from Jan-Krzysztof Duda. pic.twitter.com/fzTv5Qdjc9

— Take Take Take (@TakeTakeTakeApp) July 30, 2025

Si lo que buscamos es la popularidad máxima del ajedrez, las cifras son elocuentes. El crecimiento de Chess.com también da la razón a sus gestores, a la sazón socios de la organización. Que nos guste más este mundo o el anterior es lo de menos, por supuesto. La historia no avanza casi nunca en la dirección que deseamos, pero permitámonos al menos unas pocas reflexiones. Yo vengo (y todavía voy) del mundo de los medios de comunicación, y los canales que triunfan o las noticias más vistas están contaminadas demasiado a menudo por contenidos de mierda. Sin perdón. No digo que ocurra lo mismo en el ajedrez, pero miremos con cuidado dónde pisamos.

Tampoco digo esto con resentimiento. Todos los que trabajamos en el oficio lo sufrimos a diario, aunque algunos también lo disfrutan, claro está. Mi última noticia para ‘El Mundo’ ha merecido los mejores espacios del diario, en papel y en la web. Por tanto, no tengo quejas sobre la acogida que tienen las informaciones de la vieja escuela, si las circunstancias acompañan.

Eso no excluye una pregunta que muchos nos hacemos a menudo. ¿Por qué los lectores prefieren con tanta frecuencia artículos cuya falsedad o manipulación huele a kilómetros, antes que una entrevista o un reportaje bien trabajados? Por supuesto, esto no siempre es así, pero «los buenos» suelen perder, en una lucha poco justa contra los algoritmos de las principales plataformas. Esto hace que prácticamente nadie escape a las tentaciones del clickbait. Ni siquiera el ajedrez, un reducto de pensamiento y profundidad, elude del todo ciertos tics, algunos de ellos peligrosos. Yo también soy culpable.

Pero volvamos al ajedrez del futuro, el centro de esta discusión. Tampoco quiero entrar en la vieja polémica sobre las competiciones pagadas por petrodólares. Eso también es otro debate, probablemente igual de estéril.

La lección de Carlsen

Antes de seguir, sí me gustaría ensalzar el comportamiento de Magnus Carlsen, quien a veces tiene reacciones discutibles y da puñetazos en la mesa, pero que en la Esports World Cup dio una verdadera lección, no solo de deportividad. En la tercera partida de su final contra Alireza Firouzja, el noruego pudo decidir el primer set rateando por tiempo al francés. La posición no estaba muerta y su rival tenía una desventaja de tiempo notable. Le habría resultado fácil mover rápido hasta ganar gracias a ese único factor.

Esto es algo frecuente en las partidas rápidas de ajedrez y una práctica cien por cien lícita cuando no hay incremento en el reloj, pero Magnus no solo quería ganar, su plan era demostrar algo más, que es el mejor del mundo en cualquier circunstancia, sin necesidad de ninguna ayuda.

El Divis y Matamoros se preguntaron si Magnus no había pecado incluso de exceso de deportividad. Los seguidores discutían en el chat y tampoco entendían bien su caballerosidad, sobre todo con tanto dinero en juego. Yo me quito el sombrero ante el noruego, quien es muy consciente de que él mismo ha ayudado a asfaltar este camino nuevo del ajedrez, lo que tampoco significa que haya que recorrerlo con una apisonadora.

Después de ganar, Carlsen también dijo que se trataba de la Esports World Cup, no del Mundial de Ajedrez, y que eran dos competiciones muy distintas. Otro acierto por su parte, su empeño en separarlas y en no volverse loco a la hora de valorar su nuevo título, que por supuesto le causa gran alegría. Veamos el momento en el que recibe su trofeo:

Un par de reacciones

Me parece interesante esta reflexión del GM Jacob Aagaard: «Los constantes intentos de convertir el ajedrez en un juego para que más gente lo aprecie no me parecen lógicos. El ajedrez no es para todos. Si lo cambian para que sea para todos, ya no será ajedrez. El ajedrez es un juego donde celebramos la brillantez; todos estos eventos de entretenimiento celebran los errores de los grandes jugadores».

El danés tampoco es del todo negativo: «Si te gustan estos eventos alternativos, disfrútalos. No pueden reemplazar al ajedrez clásico y este está teniendo un buen desempeño». Respondía a un mensaje del maestro John Bartholomew, quien había escrito:

«Que el ajedrez no atraiga a las masas es una característica, no un error. Es un juego que requiere esfuerzo constante y concentración, cualidades en decadencia secular. Es probable que el ajedrez nunca llegue a ser verdaderamente popular. Parece de mal gusto hacer grandes cambios en el juego para satisfacer a un público cada vez más voluble. Sin embargo, obviamente queremos animar activamente a nuevos jugadores».

«Personalmente, me siento sumamente feliz y optimista con la trayectoria actual del ajedrez», añade. «Ha experimentado múltiples oleadas de interés desde 2020, que han generado muchísimos nuevos adeptos. Aunque el 99 % de quienes empezaron a jugar al ajedrez gracias a ‘Gambito de dama’ lo dejaron a los pocos meses, ¡ese uno por ciento que ha continuado es enorme! Se trata de jugadores fieles que probablemente apreciarán y jugarán el juego toda su vida».

Seguimos con sus palabras y su sabia reflexión final: «El ajedrez se integra a la perfección con internet (impresionante para un juego con más de 1500 años de antigüedad), y el juego no hace más que crecer gracias a su sólida visibilidad en línea. Podemos burlarnos del interés fugaz generado por fenómenos sociales y escándalos de trampas, pero estos auges indudablemente generan entusiastas para toda la vida. No creo que sea malo mantener los controles de tiempo clásicos en los torneos competitivos tradicionales presenciales, al igual que no creo que sea malo aceptar eventos más informales como Pogchamps. Ambos deberían fomentarse, ya que las opciones que atraen a diferentes niveles de interés y muestran la complejidad del ajedrez son, en definitiva, positivas para el juego».

Como epílogo, Bartholomew señala hacia un organismo que sigue sospechosamente callado: «Los únicos elementos que critico actualmente en el ajedrez son organizaciones como la FIDE, a la que considero crónicamente anticuada en relación con el espíritu social del ajedrez. Hay evidentes torpezas en este aspecto, pero a pesar de ello, el ajedrez prospera».

Otros errores y aciertos del nuevo ajedrez

Hubo otros detalles menores que no me gustaron de esta Copa del Mundo. Se supone que es una competición por equipos, pero nos importaba un comino a qué escuadras pertenecían los grandes maestros. Tampoco sé de muchos aficionados que se hayan molestado en seguir la clasificación general. Lo único que nos atraía era ver las partidas y apoyar o no a nuestros jugadores favoritos.

En cuanto a la puesta en escena, con todo su esplendor, la rigidez de las posiciones parecía excesiva. Incluso los comentaristas confundían los papeles y no sabían quién jugaba con blancas y quién con negras, cuando el jugador de las blancas aparecía a la derecha. Tampoco les gustaba demasiado, aunque no insistieran, no poder manejar el tablero de análisis. La señal estaba perfectamente sellada y la versión en español era secundaria.

Luego, me sigue pareciendo antinatural que los dos rivales no estén enfrentados. Entiendo que jueguen en la pantalla de un ordenador y no sobre el tablero, lo que ya de por sí puede parecer una aberración, una vez que consigues reunirnos a todos en la misma sala.

Ahora bien, el plató, la iluminación, el lujo de la producción e incluso la posibilidad de que el público pueda hablar sin molestar son cosas en las que cabría ahondar. También fue un acierto, aunque no suponía ninguna novedad, ver las pulsaciones de los ajedrecistas. Y el ritmo y la puntualidad con la que se sucedían las partidas fue sencillamente ejemplar. La bolsa de premios es otra cosa buena, que sirve para atraer a los mejores. Estas cifras no se ven por ahí fuera:

Y una reflexión final

Con este artículo no quería demonizar el ajedrez como deporte electrónico o videojuego, tampoco en su modalidad Freestyle. Independientemente de lo que duren estas iniciativas y del dinero que estén dispuestos a gastar sus promotores, cada vez que ponen en marcha competiciones así ayudan a difundir el ajedrez. Si no te gusta, no lo ves y no tienes la sensación de perderte nada. Las competiciones clásicas no desaparecen. Aquí nadie reemplaza a nadie. Seguimos sumando y cada vez somos más. No importa si prefieres una partida bala o un duelo de cinco horas.

El ajedrez lleva más de mil años soportando toda clase de cambios tecnológicos y sociales, adaptándose y mutando, inmune incluso a sus peores dirigentes. Si nuestro planeta sigue girando dentro de otros mil quinientos años, es seguro que alguien o algo seguirá jugando al ajedrez o a algo muy parecido, aunque ya no sea nuestra especie.

P.S.: Tampoco nos creamos todos los vaticinios de Magnus Carlsen. Señaló a Firouzja como sucesor y desde entonces lo tiene gafado. En la final pasó por encima de él, con mayor facilidad que frente a sus rivales anteriores.

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