Ding Liren, sonriente, en la rueda de prensa después de la séptima partida del Mundial de Ajedrez. Foto: FIDE / Eng Chin An

Ding-Gukesh: el ajedrez clásico se resiste a morir, igual que el campeón

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La maldición de la jugada 40 y el juego preciso de Gukesh estuvieron a punto de tumbar a Ding en el Mundial de Singapur

No voy a ser ventajista a propósito del duelo Ding-Gukesh, después de la espléndida séptima partida que se ha vivido hoy en el Mundial de Ajedrez. Si quieres una crónica del choque, puedes leerme en El Mundo, como siempre. Aquí intentaré aportar algunas reflexiones más, además de publicar la partida. Empecemos por lo imprescindible. El resto te lo puedes saltar.

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Decía que no seré ventajoso, aunque sí recordaré el último artículo sobre lo que está ocurriendo en Singapur. En el texto defendía la actuación de Gukesh Dommaraju y Ding Liren, que este martes se han vaciado en el tablero. El empate puede saber a poco, pero los buenos aficionados saben que son mejores unas tablas así de disputadas que una mala miniatura.

Tampoco espero convencer a Vladimir Kramnik, porque es imposible hacerle cambiar de opinión. El ruso sigue quejándose del nivel ajedrecístico del Campeonato del Mundo. Pondremos solo un ejemplo, para celebrar que ya tuitea hasta en español:

En su opinión, estamos viendo un «triste entretenimiento». Ya veremos si no los reta a unas simultáneas para demostrar lo malos que son. En la retransmisión de Chess24 en español, sin embargo, el consenso era total sobre la brillantez de esta última jornada. «La partida se ha puesto espectacular. No nos podemos quejar», decía Pepe Cuenca muy pronto.

El indio había planteado una preparación con cierto riesgo y Ding no se había escondido. En lugar de asegurar, se comió un peón, que no sería el último. Su glotonería calculada es casi una constante, la prueba de que se asoma al mundo, valiente, después de casi dos años encerrado en sí mismo. Si muere, no será de timidez.

A Gukesh se le pone por momentos cara de campeón, pero Ding no se lo pone fácil. Foto: Maria Emelianova / FIDE
A Gukesh se le pone por momentos cara de campeón, pero Ding no se lo pone fácil. Foto: Maria Emelianova / FIDE

Eso no significa que Ding lo hiciera todo bien. El tiempo sigue siendo su mayor castigo. Luego, cuando hay que corre, sabe improvisar como nadie y, salvo el día que se quedó congelado, ha sabido salir de todos los atolladeros, a veces rozando la genialidad. En esta ocasión parecía imposible.

En cierto modo, una partida de ajedrez es como un examen. Dos alumnos se enfrentan a 40 preguntas y tienen dos horas para responder. Las primeras nueve las respondió el indio en minuto y medio, sin fallar ninguna. Ding tampoco erró, pero necesitó cuarenta minutos. Tiene su justificación, pero el dato es peligroso. Miguel Santos comentaba lo difícil que es jugar cuando sabes que tu rival al está dentro de su preparación. Al campeón le ha pasado demasiado a menudo, quizá con los deberes por terminar.  

El junco y el árbol

Eso le obliga a jugar con pies de plomo, con el riesgo de que se le queden pegados al suelo, pero cuando sus pensamientos empiezan a fluir, está demostrando que puede haber perdido seguridad en sí mismo, pero su talento es el de siempre. Algo más difícil de esperar es la fortaleza que está demostrando. Ding es la personificación de la fábula del junco y el árbol. El primero parece mucho más frágil, pero cuando arrecia la tormenta, quien se quiebra es el que tiene el tronco más fuerte.

Si seguimos con el símil, aquí Gukesh es el roble, pero en la parte mental del juego el indio también demuestra una enorme flexibilidad. Después de perder una oportunidad de oro confesó que se sentía decepcionado por el resultado, pero añadió que al mismo tiempo le daba fuerzas, porque había visto que era capaz de superar al campeón del mundo. Si ya parece que tiene muchos más años de los que indica su DNI, cuando acabe el duelo puede que aparente más de 30.

Ding, serio, en uno de los numerosos momentos difíciles que tuvo que superar en la séptima partida del Mundial de Ajedrez. Foto: Eng Chin An / FIDE
Ding, serio, en uno de los numerosos momentos difíciles que tuvo que superar en la séptima partida del Mundial de Ajedrez. Foto: Eng Chin An / FIDE

En algún sitio he leído que Gukesh pasa un 5% del tiempo de sus partidas con los ojos cerrados. A veces los mantiene así durante muchos segundos, meditando, casi dormido, repasando variantes o reflexionando sobre la estrategia a seguir, pero con una calma impropia de sus 18 años.

Belleza con arrugas

Por supuesto, en la partida también se cometieron errores. Ya comentamos que la perfección puede ser contraproducente. El mayor de todos llegó en la jugada 40 de Ding Liren, siete segundos antes del control de tiempo, una piedra en la que han tropezado miles de ajedrecistas. Luego esquivó la bala, con su proverbial habilidad. Puede que a Gukesh D le temblara un poco el pulso, pero hizo también suficientes jugadas brillantes para superar casi a cualquier rival.

Cumplida la primera mitad del duelo, quedan partidas suficientes para que ocurra cualquier cosa, pero para él la presión va a ser mayor cada día. Eso sin contar que, en teoría, los desempates en partidas rápidas podrían favorecer al gran maestro chino. «Cuando cruzas la entrada de la sala de juego, puedes sentir realmente la tensión», comentaba Anna Muzychuk, que no es ninguna novata.

Yo pensaba que haría falta una victoria de cualquier lado para animar el Mundial, pero si se mantiene el espíritu de la séptima, todavía viviremos algunas jornadas fabulosas de ajedrez. Quedan siete partidas y el marcador esta 3,5 a 3,5. Otra ventaja para Ding, ademas de la experiencia, es que tendrá las blancas en cuatro de ellas. Son cuatro comodines para jugar a empatar sin arriesgar o para intentar remontar, si hiciera falta.

Nos vemos después de cada partida…


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