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Ayer se cumplió un siglo del nacimiento de uno de los grandes genios del tablero, que tuvo a su alcance la corona y, según algunas teorías, fue ‘forzado’ a dejarse ganar contra Botvinnik. En la página de la FIDE; Emil Sutovsky le dedica un recordatorio cruel
Hay dos ajedrecistas por los que siento una debilidad especial, por su genialidad sin límites, su amor al tablero y su efímero reinado. Mijail Tal fue campeón del mundo durante solo un año, en 1960. David Bronstein lo fue durante un instante, en 1951, casualmente también contra Botvinnik. Nunca sabremos con certeza por qué no se aferró a aquella corona que ya estaba en sus manos sin miedo a las consecuencias. No falta quien dice que el aparato soviético lo obligó a dejarse ganar o que, como mínimo, prefirió saber que la gloria estuvo a su alcance, sin terminar de comprobar el peso de aquella carga. Que se lo digan a Ding Liren.
Ayer se cumplieron cien años del nacimiento de Bronstein en Bila Tserkva, muy cerca de Kiev, en la actual Ucrania. Lo primero es recordar su vida y su muerte. Falleció a los 82 años en Minsk (Bielorrusia) y fue uno de los jugadores más creativos de la historia y un autor excepcional, otro rasgo que comparte con Tal. También fue un ajedrecista único, que a veces tardaba una eternidad en efectuar la primera jugada y no porque llegara tarde a las partidas. Una vez, contra Boleslavsky, pensó 45 minutos su primera jugada. Es imposible imaginar lo que habría hecho en el ajedrez960. Lo que ocurrió en aquel Campeonato del Mundo de 1951 merece un pequeño recordatorio…
Bronstein le sacaba un punto a Botvinnik, ganaba 11,5 a 10,5 a falta de dos partidas. Entonces, cometió un grave error, tan histórico como impropio de su calidad, que permitió al héroe soviético igualar el encuentro y mantener la corona. El empate le bastaba entonces al campeón, quien solo entre las ventajas oficiales ya tenía algunas tan exageradas como esta. Quizá no pasó nada anormal y se trató de un simple colapso nervioso, pero las dudas no eran del todo infundadas y el propio Bronstein nunca fue demasiado explícito.
Lo cierto es que David Ionovich nunca fue uno de los hijos predilectos de la Unión Soviética. A su condición de judío se sumaba una circunstancia que lo distanciaba aún más del régimen: a los 13 años vivió el encarcelamiento de su padre por tomar parte en una protesta laboral. No sorprende del todo, salvo por el valor que demostraba, que nunca se afiliara al Partido Comunista Soviético, como hacían la mayoría de jugadores aunque solo fuera para ahorrarse problemas.
Qué dice Bronstein de su ‘cantada’
En su libro «El aprendiz de brujo», en colaboración con Tom Fürstenberg (Editorial Paidolibro), Bronstein afirma lo siguiente: «Se han escrito un montón de tonterías. La única cosa que estoy dispuesto a decir es que yo estaba sometido a una presión psicológica —desde varios frentes— tan grande que dependía totalmente de mí dejarme vencer o no por esta presión. Dejémoslo así». David añadiría más adelante: «Tenía mis razones para no convertirme en campeón mundial».
Brosntein se contentó, o tuvo que hacerlo, con demostrarle al mundo que los métodos científicos de Botvinnik no eran los únicos para alcanzar la excelencia en ajedrez. Gracias a él, a Mijail Tal y a unos pocos románticos más, fue evidente que el ajedrez también es un arte y que «se puede jugar de otra manera». «Por lo que a mí concierne, el Mundial contra Botvinnik constituyó una completa victoria de mis ideas», declaró después sin esconder su orgullo.
Arriesgado apoyo a Korchnoi
El lado negativo de aquel duelo es que después su carrera empezó un lento declive, pese a que solo tenía 27 años. Se había quedado sin objetivos y le empezaron a racionar los viajes al extranjero. Cuando Víktor Korchnoi (otro rey sin corona) rompió con estruendo con la URSS, el pequeño David fue el único gran maestro soviético que se negó a condenar su deserción. En su primer duelo por el título contra Anatoli Karpov, en 1975, lo apoyó también sin disimulo.
Ahora estamos casi acostumbrados a ver a niños de 8 años derrotando a un gran maestro, pero en su día Bronstein fue el GM más joven de la historia, con 16 años. Fue el anticipo de una carrera fabulosa, que incluye cuatro títulos mundiales por equipos, dos campeonatos de la URSS y 52 torneos internacionales. Representó a la Unión Soviética en cuatro Olimpiadas y seis campeonatos de Europa, en los que su equipo nunca se quedó sin el oro.
Entre sus libros, destaca el maravilloso «Ajedrez de torneo», una recopilación de partidas del torneo de Candidatos de 1953, celebrado en Zúrich. El citado ‘El aprendiz de brujo’, ‘200 partidas abiertas’ y ‘Ajedrez en los 80’ no son menos recomendables. Bronstein visitó a menudo España e incluso residió en Asturias durante algún tiempo.
Artículo cruel de Sutovsky
Hablando de tiempo, fue un adelantado al suyo. Emil Sutovsky recuerda en su artículo para la FIDE que en 1978 predijo la explosión de las máquinas y el advenimiento del ajedrez online. El GM israelí, nacido en Bakú y otro miembro periférico del ajedrez soviético, es directivo de la FIDE, en cuya página web aprovecha para recordar al maestro, sin olvidarse de remarcar lo peor de su personalidad. Sutovsky no se hace eco de las teorías conspirativas, por supuesto, aunque hace algunos apuntes atinados sobre Bronstein y recuerda que fue discípulo de Alexander Konstantinopolsky y que llevó la arriesgada defensa india de rey al ajedrez de élite.
El CEO de la FIDE reconoce, sin entrar en valoraciones, que si Bronstein «hubiera aguantado, muchas cosas habrían sido diferentes». El artículo se vuelve después un poco cruel, casi mezquino, con el genio: «Poco a poco, se hizo mayor; sus maravillosas ideas se intercalaron con otras excéntricas y, cada vez más a menudo, David recordó la partida de 1951 que no pudo ganar».
«Amargura indeleble»
Lo que sigue no me parece digno de estar en la página oficial de la FIDE. No es forma de recordar a un campeón de la talla de Bronstein: «Esta amargura indeleble estuvo presente en muchos de sus discursos y artículos tardíos. También se sentía en las conversaciones con él», añade Sutovsky, quien sin embargo no duda en contar una anécdota de lo más trivial, un cumplido que le hizo el «legendario veterano» por un movimiento sutil que el directivo realizó en una de sus partidas, en 1997.
Justo después, Sutovsky prosigue con sus nada sutiles comentarios: «Era una persona excéntrica y única que hablaba mucho; a veces incluso perdía la atención de su interlocutor. Bronstein sacó la mayoría de sus ideas interesantes en sus años de juventud. David vivió una larga vida, pero fue el tipo de persona que dio casi toda la acción en la primera mitad del viaje. Aún así, esto por sí solo es más que suficiente para un lugar en cualquier panteón de ajedrez…». Después, lo intenta arreglar un poco, pero el daño ya está hecho.
Antes de marcharte, te quiero pedir un favor