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La ajedrecista que destapó el caso de Alejandro Ramírez hace justo un año cuenta en un amargo artículo lo difícil que ha sido su vida desde entonces
Jennifer Sahade, ajedrecista y jugadora de póker, ha escrito un largo artículo en el que relata lo que supuso denunciar por abusos sexuales a Alejandro Ramírez. Al gran maestro y entrenador le costó su trabajo, pero que ella no ha pagado un precio menor. También perdió su empleo y numerosas oportunidades profesionales, además de sufrir el abandono de numerosos amigos y colegas.
El texto de Shahade deja un mal sabor de boca, porque explica con crudeza que denunciar no es tan fácil, y por qué muchas mujeres prefieren callar y rumiar en silencio los casos de acoso o abuso sexual. Pese a todo, la jugadora anima a las víctima a hablar y a todo el mundo a apoyar el verdadero periodismo de investigación, el único capaz de detener a algunos depredadores, como Harvey Weinstein.
El primer párrafo del texto de Shahade resume bien la noticia: «Ha pasado un año desde que tuiteé sobre la agresión que sufrí de Alejandro Ramírez. La publicación se hizo viral y me cambió la vida. En 48 horas, varias otras mujeres me contaron que también habían sufrido abuso o acoso por parte de Ramírez. Gracias al explosivo artículo del ‘Wall Street Journal’, ‘Cómo las acusaciones de agresión sexual contra un gran maestro estadounidense fueron ignoradas durante años’, ocho mujeres valientes, incluidas tres menores de 18 años en el momento del presunto abuso, corroboraron mis preocupaciones. Alejandro renunció a su trabajo en el club de ajedrez de San Luis y en la Federación de Ajedrez de Estados Unidos después de recibir una lista de preguntas del diario».
Shahade cita los casos conocidos después de Sabrina Chevannes, la carta de las jugadoras francesas contra el acoso sexual, firmada luego por cientos de ajedrecistas de todo el mundo, la creación de la fundación Women in Chess y otras noticias relevantes ocurridas en el último año, casi todas ellas contadas por Damas y Reyes, al menos desde que existe esta página. No falta la tardía petición de perdón del club de San Luis. «Docenas de mujeres y hombres también me confiaron otros casos de abuso o acoso en el ajedrez, y muchos tomaron medidas», añade la gran maestra estadounidense, que pasa a enumerar algunas de las consecuencias de su denuncia, no todas positivas.
Consecuencias y lecciones del #MeToo
La primera es que hay que aprender a reconocer los patrones del abuso, al igual que hace un jugador avanzado con los patrones ajedrecísticos en el tablero. Ramírez fue denunciado muchas veces y, sin embargo, la Federación de Estados Unidos mantuvo al zorro en el gallinero, como entrenador del equipo femenino.
Jennifer Shahade mantuvo su denuncia y siguió adelante a pesar de las críticas recibidas y de las amenazas de demanda. El presidente de la federación estadounidense, Randy Bauer, intentó desacreditarla después de que ella renunciara a su trabajo.
Shahade: «Perdí incontables amigos»
La segunda consecuencia es más triste. Ella perdió «incontables amigos y oportunidades». Pudo sobrevivir porque tiene una familia que la apoya, una red de seguridad, su doble carrera en el mundo del ajedrez y el póker, buena salud, mejor reputación y cierta adicción al trabajo, pero no todas las mujeres que denuncian tienen su suerte. «Al menos aprendí la alegría y el horror de ‘Descubrirás quiénes son tus verdaderos amigos’», añade con cierto humor negro, que mantiene en su siguiente frase. «Solo una persona perdió más amigos, oportunidades y colegas que yo: Alejandro Ramírez».
La tercera conclusión es continuación de la segunda: «Denunciar es una pesadilla». Su consuelo es que fue la primera mujer de Estados Unidos en ganar una medalla en la Olimpiada de ajedrez. «Espero ganar más en el futuro, pero ahora me siendo humillada», explica como corolario de un relato desolador. Después de destapar un caso escandaloso, «en lugar de agradecimiento y apoyo», fue tratada «con hostilidad y ataques» a su credibilidad por parte de varios miembros de la junta directiva de la federación americana.
«Luego vino la caída, sentirme traicionada, aislada y confundida porque tanta gente estaba en mi contra. La agitación afectó mi confianza y me llevó a dejar un programa que fundé y un trabajo que me encantaba. Dos grandes facetas de mi trabajo era la recaudación de fondos y la tutoría de niñas y mujeres: ¿cómo podía continuar después de todo lo que había visto y experimentado?».
«Denunciar no es para los débiles»
Despedimos este artículo con otra frase de Shahade, no menos elocuente: «Las amenazas legales que recibí de la Federación de EE.UU. incluían una demanda que limitaría mi trabajo en el ajedrez. ¿Después de todas las mujeres que vinieron a mí para pedirme apoyo? Fue surrealista. Tuve que comprobar una y otra vez que no era falso».
Jennifer Shahade termina alabando el periodismo de investigación y asegura que, pese a todo, decir la verdad merece la pena, pero «denunciar no es para los débiles de corazón». «Se requieren privilegios, resistencia mental, amigos y periodistas influyentes. El precio incluye la pérdida de empleo, las amenazas violentas, las relaciones cortadas, los costes legales y los ataques encubiertos y directos a mi credibilidad. El precio es demasiado alto para deseárselo a nadie».