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En el torneo de ajedrez960 que está a punto de ganar Magnus Carlsen en Alemania se miden las pulsaciones de los ajedrecistas, con resultados a veces sorprendentes
Este artículo no trata sobre la novia de Magnus Carlsen, que tanto revuelo ha causado en el Freestyle Chess G.O.A.T. Challenge. Por suerte, las noticias del corazón no inundan todavía los tableros. En el torneo de Alemania, que ganará el noruego una vez más si Fabiano Caruana no lo impide, se miden las pulsaciones de los ajedrecistas. No es la primera vez que se registra el dato, pero los resultados nunca dejan de sorprender. Una de las ventajas competitivas de algunos grandes maestros parece residir en su capacidad para mantenerse estables desde el punto de vista emocional en los momentos decisivos. Y esto va más allá de la vida en pareja (o en trío), que también influye.
Todavía hay gente que duda que el ajedrez sea un deporte y, en general, no merece la pena discutir el asunto. Una vez que sigue fuera de los Juegos Olímpicos, las etiquetas importan poco, aunque llamándose juegos el ajedrez tendría que ser el primero en la lista. Es curioso que la prueba más clásica sea la maratón, un invento del demonio que le costó la vida al pobre Filípides, sin que ni siquiera le pusieran su nombre. Pero no nos desviemos del asunto principal; lo interesante aquí son los resultados del experimento repetido en Alemania, que tampoco es fácil convertir en un estándar. En Weissenhaus, de hecho, el dato se ofrece de manera intermitente, lo que bien pensado tampoco carece de sentido.
Por lo visto en las partidas celebradas, hay varios jugadores que pueden presumir de mantener sus pulsaciones bajas en momentos de máxima tensión. En el vídeo de debajo vemos que el corazón de Caruana se dispara mucho más que el de Levon Aronian (170 frente a 120) en el final de una de sus partidas. Seguramente no es casualidad que el primero se colgara una torre, aunque tenía la ventaja de que le valían las tablas.
Hay un vídeo por ahí en el que Anish Giri comenta que en las partidas relámpago el nivel de pulsaciones que se puede alcanzar es insano. «Cuando estás ganando, es todavía peor», añadía el neerlandés. La respiración y la presión arterial son otras constantes que arrojarían resultados similares. Seguramente, una combinación de las tres sea casi tan valiosa como el Elo, al menos en algunas situaciones.
Corazones de hielo
Durante la apertura tampoco son raros los nervios, pero en este caso seguramente la aceleración del ritmo cardiaco influye menos, al menos en el ajedrez clásico, donde se pueden jugar unos pocos movimientos de memoria. En la partida entre Carlsen y Alireza Firouzja que vemos en la imagen de abajo, el primero estaba mucho más calmado, cuando la partida acababa de comenzar.
Hay un artículo muy interesante de Jaydeep Chovatiya en ChessBas , en el que analiza todas estas cuestiones desde un enfoque mucho más técnico. «Cuando juegas al ajedrez, puede que no estés tan activo físicamente, pero las exigencias mentales del juego aún pueden desencadenar una respuesta de estrés extremo en tu cuerpo», afirma el autor.
En el artículo se incluía el siguiente vídeo, de una partida en la que Leinier Domínguez se deja la dama contra Sam Shankland , quien antes ha sacrificado la torre un poco a lo Mijail Tal. Con gravísimos apuros de tiempo mutuos, el corazón del jugador nacido en Cuba es el más acelerado, a 153 pulsaciones, y su sistema nervioso colapsa antes que el de su rival, que tampoco es capaz de mantener las suyas demasiado bajas.
Esta es una de las razones por las que el estado físico de los ajedrecistas es tan importante. Según los datos que aporta Chovatiya, a Wesley So se le han llegado a medir 178 pulsaciones durante una partida, una situación en la que es difícil jugar al nivel que se exige en los grandes torneos.
En la imagen de arriba podemos ver a Magnus Carlsen, en el Freestyle Chess, fotografiado por Maria Emelianova