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Mathilde Congiu, maestra internacional femenina y una de las firmantes de la carta contra la violencia sexual que sufren las mujeres en el ajedrez, escribe para Damas y Reyes otro artículo conciliador y optimista, una vez dado «el paso más importante y difícil»
Hace unos meses, unas cuantas mujeres firmamos una carta pública para denunciar los casos de violencia sexual y sexista en el mundo del ajedrez. La recepción de la prensa fue mucho más grande de lo esperado y supuso el inicio de una liberación verbal entre las mujeres.
El movimiento #metoo en los tableros era más que necesario. De hecho, llegó tarde en comparación con otras disciplinas, pero justo antes del escándalo por el beso no consentido a una de las jugadoras de la selección española de fútbol.
Este paso es seguramente el más importante. Es el primero, el más difícil, el que remueve y conmueve, el que nos aterroriza y nos pone en el punto de mira, pero desde entonces me pregunto a mí misma: «¿Y ahora qué?». Cuando los periodistas me preguntan cómo veo el futuro, creo que en general contesto de manera mucho más positiva que mis compañeras. Seguramente será porque soy una persona positiva y porque siempre he pensado que el mundo irá a mejor, aunque debo admitir que estos últimos años, entre guerras, pandemias y desastres ecológicos, he perdido un poco la fe. Al menos, creo que como mujer las cosas han evolucionado para bien, en general, aunque en muchos países todavía no sea el caso.
Un futuro menos binario
¿Como veo el futuro? Lo veo como un mundo reconciliado, no tan binario como el actual, en el que dos bandos, hombres y mujeres, parecen condenados a pelearse. Al contrario que en el ajedrez, y pido perdón por la comparación de mala calidad, ambos géneros pierden al enfrentarse.
Lo que a veces olvidamos cuando denunciamos los casos de violencia sexual y sexista es que no denunciamos a los hombres como género, sino a ciertos hombres y sus comportamientos machistas. Al tratar de encontrar un solo culpable del «mal», fomentamos esta falsa sensación de que haya dos facciones, dos bandos donde las fuerzas del mal se enfrentan a las del bien.
Por mi propia vivencia, nunca he sentido que el hombre fuera un ser diferente a mí. Nunca lo he querido tener lejos. Nunca me he sentido amenazada por el hombre, sino, en algunos casos, por algunos hombres. Recientemente, al oír a otras mujeres contar historias de violación, bullying, acoso, violencia verbal, suicidio…, me entraba un odio repentino hacia ese género, como si fuera un grupo homogéneo. Como ocurre con cualquier tipo de enfado, debemos esperar para calmarnos y recapacitar, para no decir cosas que no pensamos, no estigmatizar y no empezar una lucha de «ellos» contra «nosotras».
Enl futuro que imagino, por tanto, no veo hombres y mujeres, jugadoras y jugadores, sino mucha gente jugando al ajedrez. Los veo juntos y la única escena de violencia que concibo es la que protagonizan las piezas de madera. Mi visión puede parecer tremendamente ingenua, pero con sinceridad, no veo razón para que no se cumpla.
Artículo anterior de Mathilde Congiu:
Mujeres y ajedrez: un paso en la dirección correcta
La imagen de arriba corresponde al Sunway Chess de Sitges. Los jugadores son la WIM Nato Imnadze y el MI Guillaume Lamard
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